viernes, febrero 06, 2009

CONTRIBUCIONES AL FEMINISMO Y LA PAZ EN CUBA

Por: Julio César González Pagés
El feminismo ha sido un término muy cuestionado, interpretándose en muchos casos como un símil del machismo. Esta comparación es errónea porque independiente de cualquier tendencia extremista en otras latitudes, en Cuba cumplió un papel revolucionario, permitiendo la obtención de importantes reivindicaciones en fechas muy tempranas, como la Ley de la Patria Potestad (1917), la Ley del Divorcio (1918) y del Sufragio Femenino (1934).


Sobre el feminismo cubano existe una amplia bibliografía que pudiera estudiarse con mayor profundidad. Personalidades de la cultura nacional como Vicentina Antuña, Mirta Aguirre, Camila Enríquez Ureña y Enrique José Varona aportaron ensayos de inestimable valor.

Las experiencias vividas en los espacios privados y públicos por las mujeres del siglo XIX en Cuba, pueden acercarnos a una apreciación más certera de cómo y cuándo fue que se tomaron las primeras ideas conocidas como “feminismo” por las mujeres y hombres del país. En esa época se fomentaba el paradigma de mujer-santa que desempeñaría los roles maternales, maritales y domésticos, bien alejados de todo lo que la separase de su condición estigmatizada de “bello sexo” o de “sexo débil”.

En la década del 70, las ideas de una educación especial para la mujer permitieron una asimilación mucho más rápida de las nociones feministas. Los colegios para señoritas -como se les denominaron- permitieron que pedagogas como Dora Galarraga y María Luisa Dolz ganaran en prestigio, sobre todo la Dolz, que incluyó la Segunda Enseñanza, requisito obligatorio para la entrada de mujeres cubanas a la Universidad.

El siglo XIX marcó el surgimiento de las primeras ideas feministas en Cuba, que se reflejaron sobre todo en la década del 90 en mujeres como Elvira Martínez, Angela Landa, Martina Piedra Po, Fany Galarraga, Aurelia Castillo y María Luisa Dolz, autora esta última del discurso femenino más polémico de la década, Feminismo injusticia de los códigos, el cual se reflejó en una veintena de publicaciones que incluyeron los rotativos de mayor difusión del país.

En el siglo XX otro acontecimiento trascendental para las mujeres sucedería el 21 de marzo de 1918, cuando un grupo de ellas se nucleó para conformar una de las organizaciones más importante del feminismo nacional: el Club Femenino de Cuba.

Este Club seria el encargado de promover el primer intento de federación de mujeres en Cuba en el año de 1921. La Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba, convocaría el 11 de octubre de 1922 a la celebración del I Congreso Na­cional de Mujeres que tendría la particularidad de ser el primero celebrado en Hispanoamérica.

En el acto inaugural, celebrado el domingo 1 de abril, a las nueve de la noche, en el Teatro Nacional, y ante una concurrencia que lo abarrotó, Pilar Morlón pronunció un discurso donde ella misma se sorprendía de que el Congreso fuera ideado y autofinanciado por las propias mujeres:

Una revolución, sí, efectivamente es revolución pacífica o evolución, no importa el nombre, pero algo nuevo, algo desconocido entre nosotros, donde hasta hoy la mujer tuvo sus actividades limitadas a un papel humildemente pasivo, algo cambiado inexorablemente en la marcha habitual de nuestras cosas (...) Es ésta nuestra Revolución.

Dos años después es celebrado el II Congreso Nacional de Mujeres, del 12 al 18 de abril en los mismos escenarios que el anterior.

A trece años de los dos primeros congresos la izquierda femenina ganaría auge, esta sería la nueva fuerza protagonista en el Tercer Congreso Nacional Femenino que se celebraría en La Habana entre los días 18 y 22 de abril de 1939.

Una de las grandes protagonistas de esta nueva etapa del feminismo en Cuba fue Vicentina Antuña, integrante de la mesa ejecutiva principal y del comité gestor de este Tercer Congreso.

En una de las proclamas Pro Congreso elaborada por Antuña, se expresaba que esta representaba una nueva era para la mujer cubana, que ya tenía el voto pero añoraba otras conquistas y afirmaba:

Ante ese panorama un grupo de mujeres, sin otro título que su dedicación entusiasta a la lucha por los derechos femeninos y su participación en la vida social de Cuba desde la fábrica, la profesión, la cátedra, o el aula, ha creído que precisaba organizar de inmediato una amplia reunión, un verdadero Congreso Nacional, en la que la representatividad de la mujer cubana en sus diverso sectores, clases y credos, armónicamente juntas en el afán de resolver las cuestiones que ha todas nos afectan.

Este Congreso, a diferencia de los dos anteriores, no permitió ataques políticos, religiosos o ideológicos entre sus delegadas, que tenían como lema "Por la Mujer, por el niño, por la paz y el progreso de Cuba”.

La coyuntura internacional matizada por la actividad disuasiva de la URSS con respecto al avance del fascismo, influyó de forma directa en la programación del evento. El ánimo antibélico podía ser leído en las convocatorias a las actividades: "Gran acto contra la guerra imperialista. Organizado por el Tercer Congreso Nacional Femenino. Allí todas las mujeres de este barrio alzaremos nuestras voces para decir que Cuba no participe en esta guerra.”

La expansión del programa del evento llevó a realizar actos durante todo el año de 1939 en los más disímiles barrios de La Habana: Las Yaguas, Arroyo Naranjo y Habana Vieja, y en algunas provincias como Ciego de Ávila y Santa Clara. Las actividades estaban dirigidas fundamentalmente a las mujeres de menos recursos, y la propaganda así lo expresaría al exhortarlas a la "igualdad de derechos para la mujer negra, por trabajo igual, salario igual. Por una Constituyente que garantice plenamente los derechos específicos de la mujer".

De las 2 000 delegadas presentes en el evento, alrededor del 20% eran negras, muchas de las cuales representaban a sectores obreros o familiares, marco que fue aprovechado por ellas para crear diferentes grupos según el gremio ocupacional, siendo uno de los más significativos el Comité de Mujeres Familiares de Obreros de Ómnibus Aliados.

Dada su eminente simpatía por la causa de la izquierda, la prensa burguesa se ausentó del Congreso; sin embargo, esta acción no pudo impedir que los actos convocados, incluyendo la inauguración en el Teatro Nacional, alcanzaran una repercusión nacional.

En sus palabras antes el Congreso Vicentina Antuña afirmaba:

“La mujer que ha estado quemando su vida en desvelos constantes procurando nutrirse de la Cultura universal para después ponerla al servicio social del magisterio. La que ha sufrido tantas veces las pretericiones en todos lo ordenes de la actividad humana. Las que han tomado el camino político procurando encontrar, mediante el mismo la salvación de esa desigualdad. Esta mujer, cuyos problemas van a ser discutidos ahora con el respaldo de la inmensa mayoría y la fuerza de que ello podrá significar ante los organismos encargados de responder nuestros clamores, no podrán estar ausentes de este Congreso(…)

Ese mismo año, el 25 de julio, una de las organizadoras principales del evento, Camila Henríquez Ureña, disertaría con una conferencia donde demostraba el grado de madurez del feminismo de izquierda en Cuba. Henríquez Ureña, en una conferencia pronunciada en la Institución Hispano Cubana de Cultura, habló, sin ambages, de la situación de la población femenina en Cuba, exhortándola a desarrollar su autoestima:

Hay un campo, sin embargo, en que las mujeres tenemos que construir desde ahora: nuestro campo interior. Nuestras virtudes tradicionales han sido negativas: sumisión, obediencia, silencio, apartamiento, fragilidad. Las funciones de la nueva vida a que nos asomamos nos exigen cualidades positivas: independencia de criterio, firmeza, serenidad, espíritu de cooperación, sentimiento de comunidad humana. Esto es muy difícil (...) pero esa etapa terminó, y aunque lo lamenten los que lo temen, hemos de seguir adelante.

Las conclusiones de esta reunión femenina exigieron una reforma a la Carta Magna de la República exhortándola a:

La derogación de todos los artículos del Código Civil que establezcan desigualdades entre el hombre y la mujer e impidan el ejercicio conjunto o separadamente de los derechos que emanan de la unión conyugal en relación con los hijos o entre sí. Llevar esas modificaciones a los códigos, leyes, decretos leyes o disposiciones de cualquier índole que afecten a la mujer en su personalidad jurídica.

Los debates del Tercer Congreso Nacional Femenino se extendieron a todo el año 1939 con el argumento de “la igualdad de ambos sexos”, lo que permitiría que este tema fuera priorizado en las sesiones de la Asamblea Constituyente. Esta reunión tuvo la particularidad de contar por primera vez, con la asistencia de tres mujeres.

El primero de julio de 1940 entró en vigor una avanzada Constitución donde el movimiento feminista obtuvo importantes reivindicaciones. El reconocimiento de sus derechos en la Ley Fundamental de la República significó así una ruptura con respecto al androcentrismo expresado en la Constitución de 1901.

La Constitución de 1940 no cambiaría en la práctica la situación de inferioridad de las mujeres, las cuales continuaron percibiendo salarios más bajos que los hombres. Esta nueva Constitución, no obstante, permitió que las mujeres cubanas dispusieran de una serie de reconocimientos, desconocidos en otras áreas de Latinoamérica. Terminaba así la época más gloriosa del feminismo cubano, la correspondiente a la lucha por el reconocimiento de sus derechos civiles, entre ellos, el del voto.

A partir de 1940, con la firma de la nueva Constitución, y con ella la ratificación del derecho al voto, este movimiento se atomiza, ganando en pluralidad, pero perdiendo la unidad en este objetivo común.

La incorporación de forma escalonada de diferentes sectores sociales y raciales representados por mujeres obreras y negras también fue un logro de un movimiento donde la pluralidad fue algo que lo caracterizo y que no le permitió unidad en objetivos comunes.

En palabras de la abogada feminista cubana Ofelia Domínguez Navarro era muy difícil conciliar los mismos intereses, en una Asociación, de la Marquesa de Tiedra y los de las Obreras despalilladora de tabaco, integrantes todas de la Alianza Nacional Feminista, en 1928, por solo citar un ejemplo.

De forma general el periodo que se enmarca entre las décadas del 20 y del 30 lo podemos señalar como el más importante dentro del movimiento feminista en Cuba. Esta etapa enmarcada dentro del feminismo liberal se vio caracterizada por la creación de 36 asociaciones feministas que nuclearon en este periodo a mas de 50 mil mujeres capaces de difundir estas ideas en todo el país, sobre todo partiendo de los Congresos Feministas realizados en este periodo en los años de 1923, 1925 y 1939.

La labor unitaria desarrollada por Vicentina Antuña en este periodo fue decisiva sobre todo por su entusiasmo no solo en el tema del feminismo y los derechos de las mujeres sino también por la Cultura de Paz.

Ella expreso en la Clausura del III Congreso de Mujeres en 1939:

Pero la paz no puede concebirse tan sólo en el orden internacional. Hay una paz nacional, interna, que también es necesario mantener a toda costa y que la mujer, como ningún otro factor, esta impelida a defender. Durante los últimos años Cuba, puede decirse ha vivido de manera provisional, siempre zozobrante y esperando que el equilibrio político pudiera quebrarse en uno u otro sentido. Como hemos dicho el Congreso no puede tener un matiz partidista ni esencialmente político. Pero creemos que no hay mujer honrada que pueda sostener sin sonrojo, que le es indiferente el porvenir de su país. En verdad sabemos las mujeres que el futuro de Cuba depende de nuestro propio futuro. Y que si esa mañana en vez de progreso y de paz es de guerra civil y de quebrantamiento de los ideales patrios, permanecerá la mujer sometida más que nunca al vasallaje y la desigualdad que ahora quiere superar. Por eso, nuestro Congreso tendrá que ser también –por proponerse la liberación de la mujer- una contribución al progreso y al desarrollo pacífico del pueblo cubano.

Su ferviente apoyo a los temas de la Paz en Cuba y el mundo la llevaron a conformar el secretariado del Congreso Nacional Por la Paz y La Democracia, en 1939, junto a

conocidas figuras como Emilio Roig y Elías Entralgo. En un llamado a la unidad y adhesión al mismo, Vicentina proclamaba:

La persistente tensión internacional, los síntomas de la amenaza de una nueva guerra, han producido en los últimos tiempos la movilización activa de las fuerzas que en todos los países del mundo ansían el mantenimiento de la paz y propenden a que las contradicciones existentes entre las grandes potencias sean resueltas por la vía pacífica y no por medio de la contienda armada.



Expresiones de esa gran movilización mundial a favor de la paz han sido el Congreso de Escritores y Artistas celebrado recientemente en la ciudad de Nueva York, al que concurrieron figuras de las mas destacadas en las letras, artes y ciencias de los distintos Continentes, y el Congreso Mundial de Partidarios de la Paz que se ha efectuado en París, donde mas de tres mil delegados en representación de 600 millones de hombres y mujeres de todos los parajes de la tierra expresaron su firme voluntad de Paz.

Considerando que Cuba esta obligada a contribuir en la modesta medida de sus posibilidades a la tarea de asegurar la paz, un grupo de hombres y mujeres representativos de los más variados sectores nacionales, hemos tomado la iniciativa de llamar a la celebración de un Congreso Nacional por la Paz y la Democracia.

Los ideales por los que lucho y vivió Vicentina Antuña aun están vivos, por eso este año en su cien aniversario nos unimos a sus empeños por Federar y unir los ideales de mujeres y hombres con vocación revolucionaria, feminista y pacifista.

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