viernes, diciembre 19, 2008

La participación de las mujeres en las organizaciones de masas

En la Comuna de Paris las mujeres lucharon hombro a hombro con los hombres para defender la ciudad e, incluso, hubo un batallón de mujeres. La revolución rusa de Febrero de 1917 comenzó el 8 de marzo, día internacional de la mujer, con manifestaciones masivas de mujeres en Petrogrado en contra de las privaciones que les imponía la participación de Rusia en la primera guerra mundial. También en la Revolución Mexicana las mujeres participaron, no sólo como esposas fieles que seguían a sus maridos para prepararles su comida, sino activamente como combatientes, despachadoras de trenes, telegrafistas, correos, etc. Pero al pasar el momento de efervescencia social, por lo general se despoja a las mujeres de sus responsabilidades y su visibilidad pública para regresarlas al lugar que, según la ideología dominante, les corresponde: el hogar y el cuidado de los niños.


En una entrevista, realizada hacia fines de la década de 1980, una activista centroamericana señaló que en los movimientos de masas de la región, tan beligerantes en la lucha por la transformación de la sociedad, las mujeres parecían ser las hormigas En una entrevista, realizada hacia fines de la década de 1980, una activista centroamericana señaló que en los movimientos de masas de la región, tan beligerantes en la lucha por la transformación de la sociedad, las mujeres parecían ser las hormigas del movimiento: imprescindibles para la organización y sus tareas cotidianas pero sin que esto se representara en los puestos de mando. Y este comentario parece cierto: en los momentos de mayor efervescencia social y crisis política, cuando los grupos dominados empiezan a intervenir directamente en el espacio público, ocupando calles y plazas, la participación de las mujeres adquiere una mayor visibilidad: la toma de la Bastille en 1789 con la cual estalló la revolución francesa fue encabezada por las mujeres proletarias y las pequeñas comerciantes de Paris...

Entonces la participación política de la mujer se vuelve "subterránea", lo cual no quiere decir inexistente. ¿Qué queremos decir con "subterráneo?" La ideología burguesa no tiene interés en documentar la presencia de la mujer en los acontecimientos políticos y sociales porque los hechos contradirían las concepciones tradicionales sobre la política como un terreno propio del hombre. Aunque las historias oficiales mencionen a casos individuales de mujeres gobernantes o militantes destacadas de determinados movimientos, al señalar lo excepcional de estos casos, no cambian en lo sustancial las concepciones tradicionales y contribuyen a esconder la presencia colectiva de las mujeres proletarias o campesinas en todos los procesos sociopolíticos. Buscar la presencia de las mujeres en la historia significa buscar entre las líneas de los libros oficiales.

En los siguientes párrafos analizaremos diferentes manifestaciones de la participación reciente de las mujeres trabajadores en las distintas organizaciones de masas. Las mujeres trabajadoras, al organizarse para defender sus intereses como obreras, amas de casa que luchan por una vivienda digna y como estudiantes que defienden la educación pública, la "doble jornada" tiende a convertirse en "triple jornada": trabajo, quehaceres domésticos y la actividad política y/o sindical. Muchas veces hay que enfrentar prejuicios sociales, la burla o la resistencia de los familiares que ven en la participación social de la mujer una amenaza a los valores tradicionales sobre el rol social de las mujeres y de los hombres. Las luchas colectivas femeninas tienden a convertirse en enfrentamientos con la ideología dominante porque la mujer deja de corresponder a las representaciones hegemónicas de la mujer como el "sexo débil", dulce y abnegado. En consecuencia, no sería correcto pensar que las mujeres, al exigir mejores condiciones de trabajo o aumentos salariales, sólo estaríamos luchando por demandas de clase sino enfrentamos los prejuicios sociales sobre la participación femenina.

Cabe señalar que en América Latina las mujeres trabajadoras no sólo se han organizado en los sindicatos y los partidos de masas (obreros y populistas), sino también en organizaciones sociales surgidas a partir de resolver necesidades de la vida cotidiana y cuyo punto de partida es el rol tradicional de las mujeres como madres. Nos referimos a organizaciones en las colonias que surgieron a raíz de la crisis económica del decenio de 1980 para enfrentar problemas del abastecimiento de comida y de servicios. Aunque inicialmente estas organizaciones no estaban directamente relacionadas con la política para muchas mujeres fueron la primera experiencia organizativa, que ayudó a su concientización y politización. Otro ejemplo son organizaciones, compuestas mayoritariamente por madres, abuelas, esposas y hermanas de militantes políticos desaparecidos, que emergieron bajo las dictaduras militares para buscar a los desaparecidos. El ejemplo más conocido son las Madres de la Plaza de Mayo de Argentina.

La participación sindical

Podemos distinguir dos formas de participación de las mujeres en la lucha sindical. Una es la formación de comités de apoyo a luchas sindicales (generalmente por esposas, hermanas e hijas de trabajadores involucrados en luchas sindicales), la otra es como activistas y dirigentes sindicales. Muchas veces el primer momento de participación de las mujeres trabajadoras en América Latina no fueron directamente los sindicatos, sino los comités de apoyo a la lucha sindical. Por lo general estos comités son fenómenos coyunturales que desaparecen con la finalización de la lucha, sea por la represión o porque las demandas se cumplieron

A partir del decenio de 1970 y 1980 se puede observar un crecimiento de la participación sindical de las mujeres. En esta época la "cuestión de la mujer" se volvió un tema importante al interior de los sindicatos e iniciaron los primeros intentos por sindicalizarlas. Había varias razones para este cambio: Primero la integración cada vez mayor de mujeres en el sector productivo. Segundo, las experiencias previas de las mujeres en la organización y dirección de los comités de apoyo impidieron hacerlas retroceder completamente al ámbito privado de la familia, sobre todo si ellas tenían un trabajo asalariado. Como último aspecto, el surgimiento del movimiento feminista con su crítica a todas las instituciones sociales provocó un debate sobre la cuestión femenina en las organizaciones obreras. Entonces, muchas veces la iniciativa de los dirigentes gremiales promovió la organización de encuentros entre trabajadoras de las cuales surgieron las primeras secciones femeninas en los sindicatos y se eligieron las primeras mujeres en posiciones directivas. Las demandas giraron principalmente en torno al cumplimiento de ciertos derechos: igual salario por igual trabajo, estabilidad en el empleo, capacitación, servicios de cuidado de niños, no-discriminación sobre la base del estado civil, etc. Además demandas por la incorporación de mujeres a las conducciones sindicales y la creación de secciones en los sindicatos para tratar los problemas de las trabajadoras.

Solamente en algunos casos se formaron sindicatos exclusivamente de mujeres, allí donde la fuerza laboral ha sido casi exclusivamente femenina. Un caso destacado ha sido la experiencia del sindicato de costureras en la Ciudad de México. Las costureras, después del terremoto de 1985, levantaron y construyeron un sindicato nacional, independiente y democrático. A partir de denunciar y luchar contra las miserables condiciones laborales en los talleres clandestinos donde ellas laboraban y donde muchas trabajadoras se habían muerto en el terremoto, este sindicato reivindicaba el papel de las mujeres obreras en el movimiento sindical mexicano. Este gremio es un ejemplo como las mujeres trabajadoras se incorporaron en la lucha a partir de sus condiciones concretas de vida, trabajo y género.

Bolivia y Argentina

En Bolivia, la conquista del espacio público por las mujeres proletarias y campesinas ha sido íntimamente vinculada a la organización y movilización de la clase obrera boliviana. Durante las luchas mineras de la década de 1960 familiares, y especialmente las esposas de los mineros, formaron los Comités de Amas de Casa, cuyo papel giraba en torno al apoyo a las luchas sindicales y presionar, a través de movilizaciones masivas y huelgas de hambre, etc. para que el gobierno liberara a los sindicalistas presos. Las reivindicaciones de las Amas de Casa son ejemplares para este momento de la participación sindical de la mujer. En el plano más importante ellas asumieron como suyas las demandas ligadas a la situación de los trabajadores mineros: libertad sindical, mejores condiciones laborales y la lucha por la transformación social:"Mi pueblo no está luchando por una conquista pequeña. Mi pueblo está peleando por llegar al socialismo." (Domitila, una minera boliviana, en Viezzer Moema: Si me permiten hablar, Siglo XXI, México, 1978). El segundo eje de la lucha estaba relacionado con su situación como amas de casa y madres y esposas. Las mujeres demandaron precios bajos para alimentos básicos, el mejoramiento y la defensa del sistema de salud y el mejoramiento de los servicios de luz, agua y vivienda. Sólo el tercer eje de su lucha tenía que ver implícitamente con su condición de mujeres discriminadas en el ámbito laboral: la búsqueda de opciones laborales para las viudas de los trabajadores mineros y la lucha para que aquellas estuvieran incluidas en los beneficios que otorgaba la empresa a los trabajadores.

La participación incondicional de las mujeres a través de los Comités fue de vital importancia para los mineros, ya que incorporó a sus luchas a un combativo sector que había permanecido en el ámbito doméstico, con lo cual el movimiento minero ratificó su papel de vanguardia de las luchas sociales y políticas en el país. Sin embargo, a partir de 1982, cuando los sindicatos y partidos consiguieron más libertad política pero también avanzó la Reforma neoliberal del Estado, privatizando y cerrando las minas, junto al debilitamiento de la Central Obrera Boliviana -cuyo eje organizativo habían sido los mineros- los Comités de Amas de Casa desaparecieron. Los intentos, en 1984, por parte de algunas activistas de revitalizar a los Comités y convertirlos en una organización nacional, en torno a los problemas específicos de la mujer trabajadora, fracasaron, por una parte, por la resistencia de los dirigentes sindicales que temieron la competencia y posibles divisiones, pero también por falta de respuesta al intento organizativo por las mismas mujeres trabajadoras. Aunque estos intentos organizativos no tuvieron el éxito imaginado, representan antecedentes importantes para la participación de las mujeres indígenas, campesinas y obreras, en las movilizaciones populares que derrocaron el gobierno impopular de Sánchez de Lozada en el 2003.

En las movilizaciones populares del diciembre del 2001 en Argentina que derrocaron el gobierno del presidente De la Rúa, las mujeres jugaron un papel protagónico. En el movimiento piquetero ellas participaron, junto a los hombres, en todos los niveles de acción y decisión: asambleas, el cierre de las carreteras para presionar a favor de las demandas colectivas (empleo, ingresos, etcétera), y la realización de los campamentos en la provincia y la capital. Y en las ocupaciones de las fábricas abandonadas y descapitalizadas por los dueños las trabajadoras han jugado también un papel importante. Un caso difundido en los medios de comunicación fue la empresa textil Brukman. A raíz del abandono de la empresa por los antiguos dueños, que desaparecieron sin haber pagado los salarios, las trabajadoras -porque la mayor parte de la fuerza laboral de esta empresa son mujeres- decidieron en una asamblea ocupar la fábrica y organizar la producción. En la lucha por conservar la empresa y legalizarla como propiedad obrera, las trabajadoras no sólo organizaron la vigilancia permanente del edificio e hicieron su propio periódico, también tomaron decisiones sobre la producción y la comercialización de los productos, buscaron el apoyo y la solidaridad de otras organizaciones y sindicatos de base e impidieron varias veces intentos de desalojos por los antiguos dueños. De esta manera las mujeres consiguieron mantener su fuente de ingreso -hecho considerable e imprescindible- y adquirieron conciencia y confianza en sus propias capacidades, como productoras y gestoras de sus necesidades, tanto individuales y colectivas. Lo que empezó como una lucha por la subsistencia concientizó a las trabajadoras sobre otras demandas, como por ejemplo el derecho de la mujer de controlar su propio cuerpo -reivindicando el derecho de la mujer al aborto y la distribución gratuita de métodos anticonceptivos-, el cuestionamiento del papel tradicional de la mujer en el hogar y la familia y el apoyo solidario a otras luchas obreras y populares. Además -y esto no es tan frecuente en la historia de los movimientos populares- la lucha tuvo un final feliz: en diciembre del 2003 las trabajadoras ganaron la batalla legal, convirtiéndose en las dueñas legítimas y legales de la fábrica.

Un trabajo clandestino: sindicalización femenina en las Maquilas

Pero no siempre la lucha puede ser tan ofensiva y visible. En Argentina varios factores, entre ellos la situación política después de la caída del gobierno de la Rúa, la crisis económica, y el grado de movilización popular, permitieron las ocupaciones de fábricas por sus trabajadores. Pero en otras regiones de América Latina la correlación de fuerzas no es favorable a la organización popular en general, y la sindical en particular, lo cual perjudica también las posibilidades de organización de las mujeres. Así sucede en Centroamérica, donde la superabundancia de fuerza de trabajo femenino, joven y sin experiencias organizativas previas, hace atractiva la inversión de capital en procesos productivos basados en la superexplotación de mano de obra abundante y poco calificada.

En estos contextos la labor organizativa tiene que hacerse de manera clandestina. La hostilidad de las empresas frente a la organización sindical se manifiesta en el hostigamiento y despido de activistas sindicales, lo cual dificulta un trabajo sindical permanente en las plantas. Sin embargo hay intentos: en Nicaragua, por ejemplo, la CST (Central Sandinista de Trabajadores) junto al Movimiento Sindical Femenino Maria Elena Cuadra buscan formar comités clandestinos al interior de las fábricas. También hay ONGs (Organizaciones No Gubernamentales) que toman el lugar de sindicatos y buscan crear conciencia y organizar a las mujeres que trabajan en las maquiladoras. Algunas de sus estrategias parecen muy útiles, por ejemplo, para evitar que las mujeres tengan problemas en su puesto de trabajo y tomando en cuenta que la doble jornada de las mujeres podría impedir su participación en reuniones, asambleas, etc., las activistas de la ONG hacen visitas de casa en casa para poder hablar con las trabajadoras. Además, el punto de partida para organizar a las mujeres no es sólo el ámbito laboral sino al mismo tiempo las necesidades que surgen a partir de sus condiciones de vida (en la vecindad, el hogar, etc.). Pero el problema con las ONGs es que aunque apoyan a las trabajadoras para que mejoren sus condiciones de trabajo y de vida, no vinculan este esfuerzo con una visión más general de transformación social y política. De esta manera van conforme con la ideología neoliberal que puede permitir cierta organización social que sirve para aliviar los problemas más agudos provocados por el capitalismo y no cuestiona los fundamentos de la economía capitalista. Por esto en el caso centroamericano el Banco Mundial promueve a las ONGS que apoyan a las trabajadoras para mejorar sus condiciones de trabajo, pero sin promover entre ellas la lucha por transformaciones sociales y políticas, y ni siquiera, por una organización (sindical) más allá de su ámbito laboral. Por esto las ONGS no pueden ser ninguna alternativa a la organización sindical o política de la clase obrera -aunque algunas de sus estrategias podrían servir como sugerencias organizativas.

La movilización de las mujeres en las luchas obreras se ha intensificado en los últimos años, así como su participación, sin embargo esto no se refleja en la representación femenina en las direcciones sindicales. Todavía hay ciertos prejuicios culturales sobre mujeres en posiciones directivas, pero más determinante es que la mayor participación de la mujer en asuntos sindicales en general no ha disminuido sus tareas familiares y la "doble jornada" se convierte en una "triple jornada". Por las exigencias dentro de la familia y las presiones económicas las mujeres trabajadoras no pueden dedicar el tiempo necesario a la actividad sindical. Una política de cuotas no resuelve nada porque no toca las raíces del problema que son las múltiples responsabilidades de la mujer. Más bien se pueden convertir en un instrumento de la burocracia sindical poniendo con la justificación de la "cuota" a burócratas mujeres para impedir la elección de activistas críticos y combativos tanto hombres como mujeres.

Dentro de los sindicatos las mujeres debemos luchar junto con sus compañeros por sindicatos democráticos, independientes de clase y combativos pero sin olvidarse de sus reivindicaciones propias: igual salario por igual trabajo, medidas contra hostigamiento sexual en el puesto de trabajo, comedores populares y guarderías gratuitas, así como representación en los gremios sindicales. Estas demandas "específicas" no se deben subestimar. En empresas donde una gran parte (o la mayoría) de la fuerza laboral es femenina estas demandas propias pueden ser los puntos de partida para da inicio a la formación de un sindicato. Así sucedió en algunas empresas en Guatemala entre 1980 y 1990 donde la construcción de sindicatos empezó a partir de la protesta y defensa a las trabajadoras expuestas a hostigamiento y abuso sexual por los supervisores y administradores de la empresa: "Había muchos abusos, sobre todo contra las mujeres, porque ellas tenían que acostarse con los administradores para obtener un empleo. Ellas se sentaban con nosotros, llorando y nos contaban todo. Se formó un comité para protestar contra esto y así empezó el procedimiento para iniciar con el sindicato." (un trabajador de la fábrica Ray-O-Vac (productora de baterías) en Guatemala).

Por una alternativa de clase

¿Que hacer para fomentar la participación de la mujer en las organizaciones de masas? Una cuota no es la solución como acabamos de señalar. ¿Cómo hacer entonces para cumplir con la demanda de elegir a responsables y dirigentes, por su capacidad y no por su género, etc.? ¿Cómo promover la participación de mujeres en todos los niveles de dirección? Un primer paso sería la capacitación dirigida específicamente hacia las activistas, para darles la formación política y la confianza en si mismas para poder enfrentar los prejuicios sexistas tanto dentro como fuera del sindicato (o partido). Pero esto no resuelve el problema de la doble y triple jornada. Habría que organizar guarderías o el cuidado colectivo de los niños durante actividades de formación sindical y política, asambleas, congresos, etc., y, por otra parte, habría que reivindicar que los papás también se responsabilicen más por el cuidado de sus hijos.

Para no seguir marginando las necesidades de mujeres en el discurso político hay que posibilitar y fomentar su participación en todos los niveles sociales y políticos. ¿Quiénes - si no ellas mismas - pueden representar de la mejor manera sus demandas y presentar soluciones? Es cierto, como decía Engels, que la opresión de la mujer es una manifestación de las sociedades de clase y su abolición completa es posible sólo mediante la acción conciente y revolucionaria de la clase obrera, y todos los grupos dominados, en su conjunto. Pero la lucha de las mujeres por sus demandas específicas y en contra de los prejuicios sexistas se da también al interior de la clase obrera, por lo cual es necesario realizar acciones específicas para hacer la lucha contra la opresión femenina parte integral de la lucha contra el capitalismo. Para que el capitalismo funcione, la opresión de la mujer es imprescindible. Las mujeres y hombres trabajadores tenemos que luchar juntos por derrocar este sistema y construir una sociedad dónde cada ser humano, independiente de su sexo, pueda gozar de una igualdad verdadera de oportunidades y opciones. O como lo expresaba el dirigente socialdemócrata alemán August Bebel: "El futuro es del Socialismo, quiere decir, principalmente del trabajador y de la mujer."

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