jueves, noviembre 27, 2008

Colombia. Itinerarios de rebeldías



Por: Olga Amparo Sánchez

Hace 26 años, en Colombia se gestó el Día Internacional No Más Violencia contra las Mujeres. Un hito que Olga Amparo Sánchez, feminista de larga trayectoria, coloca como telón de fondo para reconstruir algunos itinerarios de los feminismos colombianos.

No creáis tener derechos. Es decir, no ofusquéis o deforméis la justicia, pero no creáis que se puede esperar legítimamente que las cosas ocurran de modo conforme a la justicia; tanto más cuanto que nosotras y nosotros mismos estamos bien lejos de ser justos.
Superposición vertical
Hay una mala manera de creer tener derechos y una mala manera de creer que no se tienen.

Simone Weil, Cuadernos II.



En Colombia, la vindicación feminista por una vida libre de violencias contra las mujeres, es de larga trayectoria, se podría afirmar que data desde el momento en el cual las feministas tienen conciencia de su situación de opresión y subordinación y deciden vivir en rebeldía y desobediencia contra el sistema socio-sexual patriarcal. La desobediencia ha sido y es el mecanismo que el feminismo ha utilizado para protestar y rebelarse contra las normas, leyes y formas de vida impuestas por la cultura patriarcal a las mujeres. La desobediencia ha sido pacífica y no violenta, manteniendo siempre una actitud de protesta y de rebeldía contra la autoridad patriarcal, con el propósito de poner fin a su opresión, subordinación y explotación y de exigir un mundo a la medida de las mujeres.

El feminismo ha llamado a subvertir la cultura patriarcal y a su autoridad, mediante actos públicos y privados, no violentos, conscientes y políticos, con el propósito de buscar transformaciones en ambos espacios y con el objetivo de mostrar que de manera pacífica se pueden obtener mejores resultados que con la violencia, estrategia utilizada por el patriarcado para eliminar las diferencias y ejercer su poder vía la utilización de las armas y la militarización. Actuando de este modo, el feminismo ha interpelado y apelado al sentido de justicia de las sociedades patriarcales y ha declarado, que los principios de igualdad para las mujeres no han sido, ni son respetados.

Construyendo un presente y un futuro

La vindicación feminista por una vida libre de violencias para las mujeres no ha sido ni es, un proceso homogéneo y monolítico. En él han convergido diferentes posturas políticas, acciones y estrategias y desde esa multiplicidad de intereses, necesidades y prácticas se ha logrado subvertir al patriarcado, arrebatándole reformas jurídicas y políticas para erradicar las violencias contra las mujeres. Sin lugar a dudas, lo obtenido no es suficiente solo es un primer paso, que permita poner fin a dichas violencias.

En los años ochenta, en un contexto político de represión, tortura, desapariciones forzadas y cierre a las libertades individuales, las feministas nos tomamos las calles, las noches, los muros de las ciudad, para desde allí ejercer nuestro sagrado derecho a la rebeldía y para desafiar al patriarcado: “Diosa es negra”. “Toda pene-tración es imperialista”. “¡Oh, familia que lluevan sobre ti lenguas de fuego”. “Mi cuerpo es mío”. “La noche es nuestra”. “Rompamos el silencio”, fueron algunos de los graffitis a través de los cuales expresamos vindicaciones, rabias, dolores y rebeldías. Se juntaron las ganas lo deseos, las necesidades y las ausencias y continuamos como nuestras ancestras feministas hablando en primera persona. Sacamos de nuestros diarios, cuerpos y experiencias el dolor producido por las violencias vividas.

Señalamos en tono desafiante y decidido el desprecio del patriarcado por las mujeres, le dimos nombre a nuestra opresión y subordinación. “Rompíamos la inmemorial separación que impedía nuestra conciencia y el reconocimiento de una historia común de las mujeres porque común era y es nuestra opresión. No eran,. Éstos murmullos entre dos en los lugares apartados de la cocina, ni en los momentos entre una compra y otra en las plazas de mercado, ni ante las azarosas aguas de los ríos, que, espejos ellas, nos han invitado una y otra vez a la reflexión, a hablar entre nosotras de la vida, de nuestros rostros tristes, sometidos, silenciosos que vemos en sus aguas”. (Martha Cecilia Velez S. 2006).

No tuvimos miedo de hacer el ridículo ante los ojos de los varones pero si temimos vernos ridículas ante los ojos de las mujeres porque ellas eran nuestro patrón de medida para estar en el mundo y finalmente reencontrarnos, para darnos crédito con la esperanza de que otras mujeres sintieran ese crédito como una deuda, como un vínculo por el dolor vivido, por las mordazas que nos inmovilizaban, por las rebeldías compartidas. Nos adentramos en la relación crédito deuda como expresión de necesidades recíprocas; relaciones en las cuales no existía necesidad de representaciones sino de representarse cada mujer a sí misma, para no ser delegada sino protagonista, con la esperanza y la pretensión que las diferencias, no fueran motivo de exclusiones y separaciones sino que se convirtieran en estilos de vida.

Feminismo y movimiento hechos realidad, experiencias puestas en común, denuncias, encuentros y desencuentros, fuerza y ganas para colocar en lo público lo no-nombrado, lo oculto, lo invisible, la violación contra las mujeres, las violencias en sus múltiples formas y escenarios, los abortos clandestinos, las esterilizaciones forzadas, el amor entre las mujeres. Con creatividad y un deseo presente en cada poro de la piel las feministas colombianas nos dimos a la ardua tarea de construir por más de dos años la posibilidad hecha realidad de juntarnos con otras mujeres de nuestra América Latina y el Caribe. Nos otorgamos la oportunidad de encontrarnos en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano, julio de 1981, doscientas sesenta mujeres caribeñas, latinoamericanas, norteamericanas y europeas estuvimos en la gran odisea de aunar esfuerzos, ganas, dolores, frustraciones, sueños y esperanzas y nos comprometemos a conmemorar desde ese año, todos los 25 de noviembre como el Día Internacional de No a la Violencia contra las Mujeres. Fue y es una acción de la política de crédito-deuda con nosotras y con las otras, con todas las mujeres que en sus cuerpos, almas, sueños y esperanzas les han quedado marcadas las violencias perpetradas contra nosotras. La acción propuesta en ese Primer Encuentro Feminista ha retumbado en todos los continentes, hoy 26 años después, las acciones, las propuestas, las denuncias pero sobre todo la conciencia progresiva que las violencias contra las mujeres es una violación sistemática a sus derechos fundamentales son logros innegables del feminismo latinoamericano y caribeño.

El feminismo de esos años resurgió como hecho político en la guerra y hasta hoy resiste, subvierte, propone y se moviliza. Desde el 25 de noviembre de 1981, la calle ha sido el espacio privilegiado para conmemorar el Día Internacional de No a la Violencia Contra las Mujeres, haciendo carne lo personal como una acción política, se inició el aprendizaje de aprender a otorgar reconocimiento y autoridad a otras mujeres para tomar de sus propias vida su propia medida y a partir de ello encontrar el camino del para sí/para mí. Desde la molestia y la conciencia de estar subvirtiendo uno de los pilares fundamentales del patriarcado las feministas enfrentamos de manera decidida al patriarcado: identificamos las violencias, denunciamos, iniciamos la construcción de centros para la atención a mujeres víctimas de las violencias; participamos activamente en las propuestas de diálogos de paz; se denunció sin vacilación la masacre cometida en el Palacio de Justicia y se exigió juicio de responsabilidades para el Estado y para la guerrilla.

En los noventa y en el inicio del nuevo milenio, feministas que creemos en la política del crédito deuda y del para sí/para mí, nos dimos a la tarea de continuar expresando nuestra rebeldía, nuestros dolores y nuestras propuestas. Convocamos a mujeres afro-descendientes, indígenas, estudiantes, trabajadoras, amas de casa para que se aunaran a nuestras voces y exigir y proponer leyes y políticas justas para las mujeres, con un deseo y una utopía siempre presente: transformar el rumbo de la historia de las mujeres y para las mujeres y nuevamente comenzamos a arañar con fuerza las leyes, recogiendo el legado de las feministas sufragistas. En 1988, en el gobierno del Presidente Virgilio Barco, en confluencia con sectores sociales y políticos, se propuso una Reforma Constitucional y mesas de trabajo, que permitieran recoger la opinión y las propuestas de diferentes sectores de la sociedad; hecho frente al cual las mujeres decidimos ganar un espacio en las mesas de trabajo: “Por la Paz y la Reconciliación Nacional”.

Se gestó, ese mismo año, la propuesta de Reforma Constitucional, elaborada por 17 grupos de mujeres. El Proyecto de Reforma Constitucional fue presentado en la Comisión Tercera de la Cámara, el 10 de marzo de 1988. En su preámbulo afirmábamos: “Nosotras, pueblo colombiano, en uso de nuestra soberanía, proclamamos nuestra fe en los derechos fundamentales del ser humano como la dignidad y el valor de la persona, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y la igualdad y respeto de las razas, la cultura y las tradiciones con el fin de garantizar los bienes de la justicia, la libertad, la paz, de asegurar la convivencia democrática y un justo orden económico y social; de consolidar un Estado de derecho que exprese la voluntad popular; de lograr una mejor calidad de vida y el pleno ejercicio de los derechos humanos; de promover el progreso de la economía, la ciencia y la cultura y contribuir al desarrollo de las relaciones pacíficas y de cooperación con todos los pueblos del mundo, decretamos (…)”. La propuesta de reforma constitucional incluía el reconocimiento de las mujeres como ciudadanas con plenos derechos; reconocimiento de derechos sociales y humanos, no contemplados en la anterior Constitución; la modernización de las instituciones sociales y políticas; la eliminación del Concordato entre la Santa Sede y el Estado colombiano, entre otros temas.

La propuesta se logró difundir ampliamente y ganar la adhesión de grupos de mujeres en lo nacional y regional. Y permitió durante tres años la identificación de propuestas y de consensos y llegar a la Asamblea Nacional Constituyente con algunos acuerdos. En el proceso de la Asamblea, se constituye la Red Mujer y Constituyente, la cual recoge el trabajo anterior e impulsa la integración de los grupos de mujeres.

La Red Mujer y Constituyente como espacio de coordinación y de acción del Movimiento Social de Mujeres, impulsó una serie de actividades de cabildeo con las-os Constituyentes, de concertación con las organizaciones y grupos de mujeres y de divulgación de sus propuestas. Algunos de los temas acordados entre las organizaciones de mujeres fueron; el derecho a la igualdad, la libre opción a la maternidad, el derecho a la equitativa participación política, la sanción a la violencia contra las mujeres, el reconocimiento de las diversas formas de familia, y la consagración del principio de la no-discriminación.

La Asamblea Nacional Constituyente y la Constitución del 91, no marcan desde ninguna dimensión el término de las vindicaciones feministas y el fin de nuestra rebeldía y desobediencia permanente a los mandatos patriarcales; por ello no resulta pertinente hacer un relato cronológico de los desarrollos legislativos e institucionales en la década de los 90 y el inicio del siglo XXI, puesto que es evidente que se han modificado aspectos de la vida de las niñas y las jóvenes, los cuales no se asemejan a la situación de nuestras abuelas y madres, y tan visibles y acumulativas son las conquistas de generaciones anteriores: derecho al voto, derecho a la educación, maternidad sin riesgo, igualdad de oportunidades, entre otros.

Pero persisten las relaciones de subordinación y opresión, injusticias e iniquidades para grandes colectivos de mujeres, a los cuales no se les ha brindado ni reconocimiento ni igualdad de oportunidades para el disfrute de su autonomía cultural y el ejercicio de la ciudadanía; patrones culturales que sitúan a la mujer en un plano de inferioridad; la violencia que a diario se ejerce sobre ellas, por el simple hecho de ser mujer, las prácticas discriminatorias; la escasa representación de las mujeres en la política formal y en los cargos de decisión; el no reconocer la autoridad de las mujeres, y la carencia de autonomía para casi todos los colectivos de mujeres, son aún hoy una realidad.

El feminismo en la Constitución de 1991

A la Asamblea Nacional Constituyente se presentaron 698 propuestas relacionadas con los derechos de la familia, el niño, la tercera edad, y la mujer. Y luego de un arduo trabajo de discusión, cabildeo, difusión y concertación, el 7 de julio de 1991, la Asamblea Nacional Constituyente terminó su trabajo y expidió una nueva Constitución. Los derechos de las mujeres que fueron consagrados en la Constitución se establecieron fundamentalmente en los artículos 40, 42 y 43, en los cuales se reconoce constitucionalmente:

- La garantía de no ser sometida a ninguna clase d e discriminación.
- La especial atención y protección durante el embarazo y después del parto.
- El apoyo del Estado a la mujer jefa de hogar.
- La libertad de constituir una familia por vínculos naturales o jurídicos.
- La protección integral a la familia por parte del Estado y la sociedad, para lo cual se da la posibilidad de determinar por ley la inembargabilidad del patrimonio familiar y la participación en condiciones de igualdad sobre las propiedades familiares. Además, consagra como inviolables la honra, la dignidad y la intimidad de la familia.
- La igualdad de derechos y deberes de la pareja en la vida conyugal.
- La facultad de sancionar conforme con la ley cualquier forma de violencia al interior de la familia.
- El derecho de la pareja a decidir libremente el número de hijos.
- La posibilidad del divorcio de acuerdo con la ley civil.
- La equitativa participación en los cargos de decisión en la administración pública.

Las feministas nos dimos la oportunidad de explorar el ámbito jurídico como un campo de discursos y prácticas contradictoras y polifónicas, con fisuras, con movilidad de sus ejes y enfoques que pueden ir desde colocar un interrogación las relaciones de poder entre varones y mujeres hacia la complementariedad, desde el reconocimiento de los derechos de ellas hacia su negociación para evitar las tensiones entre los intereses de los miembros de la familia y de la sociedad.

En un largo trabajo las mujeres del continente americano se dieron a la tarea de comprometer a los estados en la eliminación de la violencia contra las mujeres. Luego de debates, concertaciones e incidencia se logra que los estados del sistema interamericano adopten la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Belén do Pará, 1994). Ratificada por todos los países de la región, la Convención define la violencia contra la mujer como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”. Según esta Convención, la violencia contra la mujer incluye la violencia física, sexual y psicológica:

La Convención de Belém do Pará, dio fundamentos para la formulación y aprobación de leyes nacionales que reconocen las diversas formas de violencia contra las mujeres, mecanismos para prevenirla y sancionarla. En la Convención se le otorga a la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) el derecho a acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para consultar sobre la interpretación de la Convención en caso de controversia con normatividades nacionales. El Estado Colombiano ratificó la Convención mediante la ley 248 del año 1995.

Algunos de los retos que las feministas colombianas asumimos en el contexto de los avances de la Constitución del 91 y de la Convención de Belém do Pará, fue transformar las leyes para que ellas respondieran a las necesidades y expectativas de las mujeres. Siendo conscientes que la Ley 294 de 1996 por la cual se desarrolla el Artículo 42 de la Constitución Política y se dictan normas para prevenir, remediar y sancionar la violencias en las familias, no era una ley que tipificará de manera específica la violencia contra las mujeres, se participó en su formulación y se realizaron acciones durante varios años para que fuera aprobada en el Congreso, como un primer paso de una lucha que aún no termina (5).

No hemos idealizado los avances ganados pulso a pulso, en el reconocimiento de nuestros derechos, acercándonos a lo planteado por Nancy Fraser, “como sistemas interpretativos institucionalizados que construyen a la mujeres y sus necesidades según ciertas interpretaciones –en principio, cuestionables o disputables”. Hemos sido conscientes que las leyes y las políticas tienen efectos culturales claros en relación a como se representan, y cómo se podrían solucionar, nuestros problemas y necesidades y como se construye la ciudadanía diferenciada. No existirá ley capaz de dar valor a la sexualidad, a la autonomía, a la identidad de las mujeres si no estamos reconocidas socialmente. Este es uno de los obstáculos a superar, para que el ámbito jurídico político sea un instrumento para la transformación de la situación de subordinación y opresión que viven las colombianas.

No hay comentarios: