miércoles, mayo 18, 2011

México: La historia negra detrás del Día de la Madre

Por Ismael Flores / Vivirméxico.com
Ayer se celebró entre la alharaca acostumbrada el Día de la Madre, tradicionalmente mercantilizado como “la celebración para la reina del hogar”. Por un día al año, se reconoció el esfuerzo en una reunión donde se les colmó de regalos y, si tuvieron suerte, se les cocinó o se les llevó a comer. Hoy todo regresó a la normalidad, y muchas de ellas despertaron para lavar los trastes de la comida “en su honor”. ¿Qué se oculta detrás de esta celebración? Por desgracia, una historia negra de represión.

El Día de la Madre fue introducido en nuestro país durante el siglo pasado por iniciativa del entonces Secretario de Educación Pública José Vasconselos y el periodista Rafael Alducin, fundador del diario Excélsior. Celebrado por primera vez el 10 de mayo de 1922, su introducción e institucionalización en el calendario oficial respondió a los esfuerzos por contrarrestar la campaña de planificación familiar que el profesor José de la Luz Mena, miembro del Consejo de Educación Pública, había iniciado en Yucatán.



La celebración, originalmente concebida en 1870 en Estados Unidos por la sufragista y pacifista Julia Ward Howe, era una respuesta pacífica contra la Guerra Civil norteamericana, creada a partir la famosa Mother’s day proclamation, un himno que llama a las madres a levantar la voz contra las atrocidades de la vida cotidiana y la guerra:

Arise, then, women of this day!
Arise, all women who have hearts,
Whether our baptism be of water or of tears!
Say firmly:
“We will not have great questions decided by irrelevant agencies,
Our husbands will not come to us, reeking with carnage, for caresses and applause.
Our sons shall not be taken from us to unlearn

La historia y los órganos (fálicos) de poder le retiraron el apellido a la conmemoración que rabiosamente instauró Julia Ward, pues de ser un llamado a las madres por la paz (a través de la adquisición de su derecho al voto, a la equidad y participación ciudadana), se convirtió en una celebración a la madre, a secas, del satatus quo de la mujer; tal y como nos llegó a México a través de una campaña publicitaria en el diario Excélsior.

El 10 de mayo de 1922 en las primeras planas de dicho periódico, Rafael Alducin “alertó” a los mexicanos de lo peligrosas que resultaban las ideas “ajenas a nuestra moral social”, refiriéndose específicamente a la campaña de planificación familiar iniciada en Yucatán por el profesor José de la Luz Mena que buscaba difundir entre la población un folleto llamado La Brújula del Hogar escrito por Margaret Sanger, pionera del movimiento feminista del control de la natalidad, y en cuyo texto orientaba a las mujeres sobre las decisiones que las mujeres podían tomar sobre su cuerpo y vida evitando embarazos no deseados.

Yucatán, ante la mirada atónita del gobierno central, vivía tiempos de renovación que no pudieron ser entendidos más que como un peligro para la nación. Con el asenso al poder de Felipe Carrillo Puerto —fundador de la agrupación que más tarde sería el Partido Socialista del Sureste— en dicha entidad comenzaron a existir reformas incómodas para el gobierno central, tales como la promulgación de la ley del divorcio, la educación sexual, el apoyo a los grupos feministas y la oposición a espacios por tradición exclusivamente masculinos, como las cantinas y los burdeles.

El folleto de Margaret Sanger fue la gota que derramó el vaso y desde el centro del país comenzó la campaña de defensa de los auténticos valores mexicanos. (Cualquier parecido con la historia del “Día —blanquiazul— de la familia” no es mera coincidencia).

En el libro de Marta Acevedo, Memoria y olvido: imágenes de México, se rescatan algunos fragmentos del texto de Rafael Alducin, donde se da banderazo a la conmemoración de este día:

Hoy, que en el extremo meridional del país se ha venido emprendiendo una campaña suicida y criminal en contra de la maternidad, cuando en Yucatán elementos oficiales no han vacilado en lanzarse a una propaganda grotesca, denigrando la más alta función de la mujer que no sólo consiste en dar a luz sino en educar a los hijos que forma su carne, es preciso que la sociedad entera manifieste, con una fórmula banal si se quiere, pero profundamente significativa, que no hemos llegado de ninguna manera a esa aberración que predican los racionalistas exaltados, sino que lejos de ello, sabemos honrar a la mujer que nos dio vida.

Y con esta mentada de madre dio inicio la festividad que 10 de mayo se conmemora: la visión tradicional de la madre abnegada, parturienta y dolorosa. A la celebración de 1922 se sumaron la Iglesia Católica, las damas de la Cruz Roja y los medio de comunicación de la época, como los cines y teatros, abriéndole terreno a los comerciantes capitalinos que conscientes de la situación comenzaron a promocionar “un regalito para celebrar a mamá”. Poco importó que en Mérida, se llevaran acabo acciones sorprendentes que incluso hoy causarían resquemor en varios sectores de la población mexicana, tales como las Conferencias Culturales de la Liga Central de Resistencia del Partido Socialista del Sureste donde se tocaban temas como:

* Profilaxis
* Prevención de enfermedades venéreas
* Relaciones familiares y jurídicas
* La disciplina sindicalista
* Los cuestionamientos sobre la implantación en los pueblos de la escuela Racionalista.
* Análisis de los beneficios de los “matrimonios naturales” y del “amor libre”, insistiendo en que su práctica no destruía el hogar.
* La emancipación de la mujer
* Los derechos de la mujer

De ahí para acá, la celebración de este día como esclerotización del movimiento feminista ha rendido frutos y se ha materializado en el Monumento a la madre, construido en la ciudad de México en 1932 —también por iniciativa del diario Excélsior—, entre otras disposiciones legales que perpetúan el rol tradicional donde ser madre es obligación para que una mujer se pueda describir como tal, perpetuando sistemas económicos como la doble jornada (madre que después de trabajar, tiene que atender a sus hijos sin apoyo de la pareja) o la violencia económica (donde a la mujer se le oprime a través de darle o no dinero y prohibiéndole trabajar).

Celebrar y reconocer a la madre es fundamental y necesario. Pero celebrar su posición de reina-esclava de la casa, el modelo de Marga López en Cuando los hijos se van, y la opresión que sufre como mujer al volverse un idolillo etereo, un santa, una diosa sin necesidades y que se desboca por la familia… eso creo, no es digno de se celebrado.

¿Y ustedes ya lavaron los platos, o dejaron que su mamá los lavara después de la comida en su “honor”?
¿Los lavarán el resto del año, o volverán a sentir el ardor del jabón hasta el 2012?

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