Martha Meier M.Q.
El Comercio: El embarazo y el parto —es decir convertirse en madre— están rodeados por una serie de costumbres, creencias y saberes que varían de comunidad en comunidad y de cultura en cultura. No conocer y respetar estas cosmovisiones puede convertirse en una barrera para lograr que el Estado y su sistema de salud eviten la mortalidad materna por falta de atención profesional adecuada durante el parto.
LA GRAN BRECHA
Kei Kawabata, gerente del sector social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) —en el prólogo de la guía “Salud de la mujer indígena: Intervenciones para reducir la muerte materna”— señala que para las Naciones Unidas “la mortalidad materna figura entre los indicadores de salud que permiten evidenciar una de las mayores brechas que separa a ricos y pobres: tanto entre países como dentro de ellos” y recuerda que la tasa “se triplica a nivel regional para las mujeres indígenas”.
GUÍA PARA LA VIDA
La publicación mencionada es un manual de los investigadores María Elena Vattuone Ramírez, Ariela Luna Flórez y Luis Cordero Muñoz, cuya finalidad es ayudar a comprender por qué las gestantes indígenas no recurren a los servicios de salud disponibles. Al mismo tiempo, es una suerte de hoja de ruta para que los equipos técnicos puedan “diseñar, implementar, monitorear y evaluar proyectos pertinentes para la reducción de la mortalidad materna en comunidades indígenas”. Los autores han logrado un documento sólido con herramientas aplicables no solo en nuestro país sino en los distintos países de la región, asumiendo la interculturalidad requerida para actuar en el mundo andino-amazónico.
SALUD INTEGRAL
La noción de salud, enfermedad, embarazo, parto y muerte en las poblaciones indígenas es muy distinta a la concepción occidental y urbana que tienen —y tenemos— quienes diseñan proyectos supuestamente favorables para estas comunidades. Es un verdadero choque de culturas: un mismo asunto es visto de manera diametralmente opuesta.
Vattuone, Luna y Cordero —en base a diversas investigaciones— explican en “Salud de la mujer indígena”, que la cosmovisión de las poblaciones indígenas entiende la salud como un bienestar integral. Citan como ejemplo que los indígenas ecuatorianos consideran la salud como la “coexistencia armoniosa del ser humano con la naturaleza, consigo mismo y con sus semejantes que apunta hacia la felicidad y tranquilidad del individuo y de la sociedad”. La enfermedad vendría a ser entonces un desequilibrio en las relaciones con la naturaleza, con el propio espíritu o con el resto. Con el embarazo y el parto ocurre algo similar, hay dos miradas: la nuestra y la de los pueblos ancestrales.
El Comercio: El embarazo y el parto —es decir convertirse en madre— están rodeados por una serie de costumbres, creencias y saberes que varían de comunidad en comunidad y de cultura en cultura. No conocer y respetar estas cosmovisiones puede convertirse en una barrera para lograr que el Estado y su sistema de salud eviten la mortalidad materna por falta de atención profesional adecuada durante el parto.
LA GRAN BRECHA
Kei Kawabata, gerente del sector social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) —en el prólogo de la guía “Salud de la mujer indígena: Intervenciones para reducir la muerte materna”— señala que para las Naciones Unidas “la mortalidad materna figura entre los indicadores de salud que permiten evidenciar una de las mayores brechas que separa a ricos y pobres: tanto entre países como dentro de ellos” y recuerda que la tasa “se triplica a nivel regional para las mujeres indígenas”.
GUÍA PARA LA VIDA
La publicación mencionada es un manual de los investigadores María Elena Vattuone Ramírez, Ariela Luna Flórez y Luis Cordero Muñoz, cuya finalidad es ayudar a comprender por qué las gestantes indígenas no recurren a los servicios de salud disponibles. Al mismo tiempo, es una suerte de hoja de ruta para que los equipos técnicos puedan “diseñar, implementar, monitorear y evaluar proyectos pertinentes para la reducción de la mortalidad materna en comunidades indígenas”. Los autores han logrado un documento sólido con herramientas aplicables no solo en nuestro país sino en los distintos países de la región, asumiendo la interculturalidad requerida para actuar en el mundo andino-amazónico.
SALUD INTEGRAL
La noción de salud, enfermedad, embarazo, parto y muerte en las poblaciones indígenas es muy distinta a la concepción occidental y urbana que tienen —y tenemos— quienes diseñan proyectos supuestamente favorables para estas comunidades. Es un verdadero choque de culturas: un mismo asunto es visto de manera diametralmente opuesta.
Vattuone, Luna y Cordero —en base a diversas investigaciones— explican en “Salud de la mujer indígena”, que la cosmovisión de las poblaciones indígenas entiende la salud como un bienestar integral. Citan como ejemplo que los indígenas ecuatorianos consideran la salud como la “coexistencia armoniosa del ser humano con la naturaleza, consigo mismo y con sus semejantes que apunta hacia la felicidad y tranquilidad del individuo y de la sociedad”. La enfermedad vendría a ser entonces un desequilibrio en las relaciones con la naturaleza, con el propio espíritu o con el resto. Con el embarazo y el parto ocurre algo similar, hay dos miradas: la nuestra y la de los pueblos ancestrales.
USOS Y COSTUMBRES
El sistema tradicional de salud indígena durante el embarazo y el parto cuenta con diversas prácticas. La “guía” menciona algunos cuidados que resultan lógicos y cargados de sabiduría.
Según datos del Ministerio de Salud, las mujeres quechuas y aimaras de Puno “evitan cargar peso, hacer trabajos arduos en la chacra, exponerse al calor y al frío y beber alcohol”. Las aimaras consideran peligroso coser, ovillar o tejer “porque puede tejerse o coserse la matriz y complicar el parto”.
Las puneñas aimaras se preocupan por alimentarse bien, tomar mates calientes, mientras las quechuas de la misma zona consideran importante hacer ejercicio. Las andahuaylinas quechuas embarazadas creen que lo principal son las buenas relaciones familiares y conyugales. La tranquilidad redunda en el bienestar del niño. Así, recomiendan “hacer entender de buena manera a los esposos, bonito nomás, sin renegar ni discutir”. En Guatemala, las mujeres creen también que las dificultades en la vida familiar complican el parto.
EL CÁLIDO PARTO
En “Salud de la mujer indígena”, se explica que el parto es uno de los escenarios simbólicos de una cultura, en el cual se da la vida bordeando la muerte. Es muy variado; mientras que para las quechuas de Puno los esposos participan directamente, apoyando a los parteros o parteras, en el caso de las mujeres aguarunas del departamento de San Martín, la atención depende de las mujeres de la familia. Por reserva, desconfianza y timidez, las aguarunas afrontan solas el parto y solo cuando el niño o niña está saliendo llaman a la encargada de cuidarla (la familia espera en otro ambiente).
En este caso arman un colchón con hojas de palmera, cerca del fuego, donde la mujer dará a luz de rodillas. Se trata del parto vertical, ampliamente difundido a lo largo y ancho de América y que los servicios de salud poco a poco empiezan a asumir.
En la zona quechua de Puno, se prepara una carpa dentro de la casa; y en la aimara usan como cama el “patati”: plataforma de arcilla con un colchón de mantas, trapos y cueros —karuna—, elaborado especialmente para la parturienta. En Ayacucho, Apurímac y Huancavelica se buscan ambientes silenciosos, pues se considera que la bulla puede alterar la “pacpa” (contracciones). Los aimaras recomiendan tomar vino caliente, frotar la barriga con hojas de coca, caminar, cerrar la boca y respirar por la nariz para favorecer la dilatación. Estas son algunas de las diversas maneras con la que los pueblos indígenas —especialmente las mujeres— crean las condiciones óptimas para traer un nuevo ser humano al planeta. Sus prácticas, creencias y saberes requieren reconocerse y respetarse amén de tomarlas en cuenta al diseñar los proyectos que intentan reducir la mortalidad materna en las zonas rurales, en pleno siglo XXI.
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