miércoles, julio 15, 2009

Feminismo(s) y Marxismo: ¿una boda “mal lograda”?

Por:Manuela Tavares1, Deidré Matthee2, Maria José Magalhães3, Salomé Coelho4 / Fuente: Insurrectas y Punto
Los debates de las décadas de 1970 y 1980 acerca de una “infeliz” boda entre el marxismo y los feminismos (Eisenstein, 1979; Hartmann, 1981) vuelven a proyectarse en la actualidad frente a los desafíos puestos en la (re)construcción de una corriente feminista de izquierda.

La intención de esta comunicación no es retomar esos debates, sino sacarles los principales puntos de referencia a partir de un cuadro en el cual las críticas post-estructuralistas y post-modernas no pueden ser ignoradas. A pesar de la utilidad de las críticas post-estructuralistas (Foucault, Gramsci, Laclau, Mouffle) para exponer algunos excesos del estructuralismo, se percibe en la actualidad un aligeramiento de la importancia de la crítica social con origen en la teoría marxista o en el propio pensamiento de Karl Marx.

La fuerza analítica y la profundidad histórica de las categorías y herramientas marxistas para el análisis de la opresión de las mujeres fueron puestas en entredicho por el feminismo radical de la década de setenta del siglo XX, con base en una cuestión crucial: la no valorización de las relaciones de producción y, como consecuencia, de las contradicciones de género en la sociedad. Aunque Marx y Engels hayan afirmado que la reproducción, esto es, la “producción de las personas” era tan importante como la “producción de bienes”, por lo que el modo de producción tendría esta doble dimensión, lo cierto es que este pensamiento no ha sido desarrollado. Así, son las feministas socialistas marxistas que buscan romper con un cuadro estático de la teoría marxista y enriquecer el análisis sobre la opresión de las mujeres.


Sheila Rowbotham (1972), Juliet Mitchell (1973) e Zillah Eisenstein (1980) son algunas de las más destacadas feministas socialistas que, atentas a las críticas del feminismo radical, intentan abrir camino hacia el feminismo socialista al introducir un análisis más complejo de la opresión de las mujeres, considerando factores como la producción, reproducción, sexualidad y socialización (Mitchell, 1973). Combaten la visión estrecha según la cual esta opresión tendría como base solamente las relaciones de explotación capitalistas. La introducción del concepto de patriarcado por las feministas de la corriente radical es retomado por las marxistas, que profundizan este análisis en el sentido de que el capitalismo y el patriarcado no han surgido como sistemas autónomos, sino como dos sistemas de dominación que interactúan t se alimentan mutuamente.

De acuerdo con la corriente feminista socialista, la división sexual del trabajo es esencial para la reproducción del capitalismo y para mantener la subordinación de las mujeres. Sin embargo, otros factores de dominación también son considerados. Las discriminaciones sobre las mujeres surgen no sólo en su relación con el sistema económico, sino también con el sistema de una dominación masculina hegemónica. No se trata de privilegiar el género o la clase, sino de entrelazar estos ejes de dominación entre sí y con otros, considerados olvidados por la propia corriente socialista-marxista del feminismo, como la etnia y la orientación sexual.

A pesar de los esfuerzos de las feministas socialistas marxistas para fomentar el tan deseado reencuentro entre feminismos y marxismo, los estragos de un marxismo impregnado de dogmatismo se hicieron sentir hasta los tiempos actuales.
En este siglo, en lo que respeta al feminismo está puesto un doble desafío al marxismo: encontrar respuestas teóricas a las críticas feministas de las décadas de 1970 y 1980 y enfrentar las nuevas críticas post-modernas, lanzando las bases para una corriente feminista de izquierda que sea capaz de tener pensamiento y acción movilizadora frente a la corriente neoliberal e institucional del feminismo, que ha venido a dominar en Europa. En este cuadro de globalización neoliberal, cabe a las y los marxistas de hoy crear condiciones para que la lucha feminista dispute terreno al neoliberalismo en el pensamiento y en la agenda política.

Esta comunicación buscará dar algunas contribuciones en este sentido, focalizando los siguientes aspectos: aportes y limitaciones del marxismo; los estragos del dogmatismo; el peso de la corriente neoliberal de los feminismos; ligaciones y tensiones entre feminismos y post-modernidad; y los desafíos actuales: la reconstrucción de una corriente política de izquierda de los feminismos.

Los orígenes del feminismo: aportes y limitaciones del marxismo
Los orígenes históricos del feminismo se sitúan en la izquierda, como proyecto de la modernidad, aunque impregnado de contradicciones e el asumir de la ciudadanía de las mujeres. Hijo no deseado de la ilustración, el feminismo surgió en sinal de protesta5, dado que el tiempo de los derechos no ha sido el tiempo de las mujeres para los principios mentores de la revolución francesa.

Las nuevas contribuciones para el feminismo surgen casi un siglo después, por medio de los socialistas utópicos6, de mujeres como Jeanne Désirée – fundadora del periódico La Femme Libré –, Claire Demar, Pauline Roland, Flora Tristan, Jeanne Deroin y de hombres como J. Stuart Mill o aín de Louise Michel por su papel en la “Comuna de París”. No obstante todo ello, es en el pensamiento de Marx y Engels que se estructura el análisis de las raíces históricas de la opresión hacia las mujeres y se producen las principales herramientas teóricas para entender las relaciones de poder y su reproducción en el proceso de opresión y explotación de las mujeres. Fue significativo que, en 1884, Engels haya afirmado que, con el desmoronamiento del derecho materno, “a mulher se viu convertida em servidora, escrava da luxúria do homem e em simples instrumento de reprodução”7.

Del mismo modo fueron importantes las posiciones de Auguste Bebel, de Marx y de Engels contra las posiciones proudhonianas, que condenaban el trabajo de las mujeres fuera de casa, o de Rosa Luxemburgo al oponerse al Partido Obrero Belga, que excluía las mujeres del sufragio universal, o aún de Alexandra Kollontai, que tempranamente ultrapasó los limites consensuales del pensamiento marxista establecido, incorporando en su análisis factores más amplios para la emancipación de las mujeres como la sexualidad y la revolución de las mentalidades.

Desvalorar el alcance histórico de estos aportes no es tan sólo ceguera; es hacer del marxismo una “biblia” que tiene que ser seguida independientemente de la evolución de los tiempos y de las limitaciones marcadas por los contextos de cada época histórica. Como afirma Barbara Marshall: “To speak of Marx is one thing; to speak of Marxism is quite another”8, en la medida en que la historia del marxismo tiene que ser puntualizada por debates, clarificaciones, reinterpretaciones y reflexiones críticas.

No esperemos, pues, que Marx y Engels hayan dado respuestas para todo. Lo importante es comprender su base fundamental de análisis crítica, el método histórico, la abertura de perspectivas que se harían posibles nuevos desarrollos del marxismo. De esta forma, consideramos como principales aportes del marxismo para el feminismo:

- La desnaturalización de la opresión de las mujeres, combatiendo el determinismo biológico.
- El análisis histórico de los orígenes de la opresión de las mujeres, que aunque limitado en algunos campos, abrió perspectivas para profundizaciones futuras.
- El análisis marxista permitió entender la familia como un fenómeno social en evolución y establecer la correspondencia entre las transformaciones estructurales en las relaciones familiares y los cambios en la división sexual del trabajo.9
- Para el feminismo es importante la ligación que el marxismo hace entre ideología y intereses materiales y su papel en la reproducción de formas específicas de relaciones de poder en la sociedad.

Las limitaciones del marxismo en el área del feminismo se acentuaron con la dogmatización teórica, que desconsideró, como anteriormente fue referido, las contribuciones de las feministas socialistas-marxistas en la profundización del análisis de las raíces de la opresión de las mujeres y de la sexualidad como territorio de ejercicio de poder.
Los estragos del dogmatismo y los aportes de las feministas socialistas para alterar la visión estática del marxismo

La dogmatización del marxismo trajo consecuencias que llevaron al alejamiento de los feminismos. Es importante saber qué limitaciones surgieron en este campo. En primer lugar, se reprodujo una visión limitada de los feminismos. El feminismo no fue entendido en sus diversas corrientes y llegó a ser excluido del vocabulario marxista. También el no reconocimiento del peso de las contradicciones de género en la sociedad tuvo como origen la idea de que la contradicción capital/trabajo absorbía todas las otras: de género, etnia, orientación sexual, lo que provocó, además de la pérdida de elementos democráticos, la erosión de la base social de las primeras experiencias de socialismo.

En segundo lugar, se estableció el pensamiento esquemático en diversos aspectos. La ligación se resumió entre emancipación de la mujer y propiedad privada: “La emancipación de la mujer será fruto de la eliminación de la propiedad privada”, frase que se volvió célebre, buscando traducir la necesidad de alteración de la base material de la sociedad para que se crearan las condiciones para la emancipación de las mujeres. El esquematismo en este pensamiento produjo sus efectos, haciendo secundaria la lucha más específica de las mujeres.

También la simple “ecuación” mujer en la producción = independencia = emancipación fue encarada como una cuestión casi inmediata, que no ayudó a la profundización teórica. Si “el primero paso para la emancipación de la mujer es su integración en el mercado de trabajo”, la vida ha probado que este paso queda corto si no se considera las dobles y triples tareas que pesan sobre la vida de las mujeres y las relaciones de dominación/subordinación que marcan las contradicciones de género. Estudios recientes, como el de Cláudia Nogueira, afirman que “a crescente inserção das mulheres no mercado de trabalho tem sido acompanhada por um significativo processo de precarização da força de trabalho feminina”. Agrega aún que “as suas tarefas reprodutivas continuaram em grande medida inalteradas”. Esto permite observar que las mujeres trabajadoras continúan a asumir funciones productivas y reproductivas, lo que significa la
manutención de la doble jornada de trabajo y “uma outra forma de precarização imposta pelo capital à mulher”.10

El marxismo tampoco llevó hasta las últimas consecuencias el análisis de Engels que permitía otra profundidad en el estudio de la relación sexual como un territorio de poder. “O ângulo classista não basta para ler e interpretar o código desta relação sexual [...] É que a fundamentação ideológica deste registro ultrapassa a realidade da classe e legitima-se directamente na ideologia sobre o feminino e o masculino, na polaridade, entendida de base biológica, da mulher como elemento passivo e do homem como activo”.11

Considerando que la alteración de las relaciones de producción constituye un factor esencial en un camino emancipatorio de las mujeres, la visión dogmática del marxismo no valorizó los aportes de las feministas socialistas/marxistas que, en la década de 1970 y 1980, alertaron para la realidad de que las relaciones de género hayan asumido gran relevancia, no sólo en el capitalismo como en socialismo, pues la dominación masculina seguía a hacerse sentir en las relaciones de poder. Esta es hecho una lucha política y cultural a pasar por medidas concretas sin tiempo de espera para nuevas consciencias sociales adquiridas a lo largo de los años.

Al buscar responder a las críticas de la corriente radical del feminismo en relación al marxismo, algunas feministas socialistas/marxistas profundizaron algunos aspectos del marxismo que fueron ignorados por la corriente oficial. Se perdieron, de este modo, aportes teóricos que habrían sido esenciales para el pensamiento marxista en una perspectiva de evolución de esta corriente política. Juliet Mitchekk escribe en 1973 Woman´s Estate, reconociendo el patriarcado como un sistema de dominación masculino relacionado con el sistema económico y las relaciones de producción.

Sheila Rowbotham escribe en Women, Resistence and Revolution (1972) que es necesario tener en cuenta tanto las relaciones sociales de producción como as de reproducción en cualquier teoría revolucionaria. Zillah Eunsenstein considera que una comprensión separada del capitalismo y del patriarcado no puede abarcar el problema de la opresión de las mujeres (Patriarcado capitalista y feminismo socialista, 1980).

El enfoque de la opresión de las mujeres es enriquecido por el feminismo marxista que, a partir del análisis de Engels de que el desmoronamiento del derecho materno había sido la primera derrota del sexo femenino y de que “a mulher se viu convertida em servidora, escrava da luxúria do homem e em simples instrumento de reprodução”12, alargó el concpeto de opresión de las mujeres, no sólo como clase, sino también como mujeres subordinadas al poder masculino.

Heidi Hartmann escribió, en 1980, acerca de una boda mal lograda entre marxismo y feminismo y de la necesidad de una reaproximación13. Cualquier intento de reencuentro sólo podrá ser realizado si el marxismo sea encarado como una ciencia viva en constante evolución y si logra dar nuevas respuestas desligándose del dogmatismo en que se asentaron las primeras experiencias de socialismo, en general incapaces de alterar la jerarquía de género, lo que a su vez hizo perder, por este y otros motivos, el carácter emancipador anunciado.

El reencuentro entre marxismo y feminismo pasa por se entender los desafíos hoy día puestos en el cuadro de la globalización, en que se alargan los espacios para el feminismo, con millares de mujeres que ganan consciencia de su situación de subalternidad.

Según Maria José Magalhães, es necesario profundizar de qué forma la subordinación de las mujeres se articula con la explotación capitalista y la opresión de las personas en función de la “raza”, la “etnia” y de la orientación sexual. “É isto que um feminismo liberal não consegue oferecer. Incapaz de compreender de que forma a posição subordinada das mulheres se encaixa num conjunto de outras subordinações e opressões, o feminismo liberal impede um trabalho conjunto com outros movimentos sociais, fracturando alianças e obstaculizando acções em prol da transformação global da sociedade”.14

Existe una profundo contradicción entre el discurso neoliberal y de derecha y el espacio para el feminismo que se ha venido creando en la última década. Hay que entender las contradicciones que están puestas a este nivel, también en el seno de las clases dominantes.
La corriente liberal e institucional del feminismo, el adviento del feminismo de derecha y la necesidad de una corriente política de izquierda de los feminismos. Por el contexto histórico vivido, el feminismo liberal asume, actualmente, contornos “neoliberales”, que impiden la incorporación de factores de transformación social emancipatorios. A partir del ejemplo de las antigas aspiraciones del feminismo liberal para que las mujeres se afirmaran profesionalmente y combatieran su estatus de “ama de casa” (Betty Friedan, 1963), se asiste en la actualidad a un “empuje” de las mujeres hacia el trabajo de tiempo parcial, para que exista “un equilibrio entre vida profesional y familiar”.

Las discriminaciones salariales de las mujeres en relación a los hombres, a pesar de las leyes que prohíben tal situación, tienen como origen la concepción de que el trabajo de la mujer fuera de casa asume siempre un contenido suplementar en el salario básico familiar, así como la creciente “genderización” segmentada del mercado de trabajo representa una de las falencias del feminismo liberal al considerar que medidas legislativas sobre igualdad serían la garantía de esta misma igualdad.

De este modo, la idea de que la igualdad formal concede las condiciones necesarias y suficientes para que las mujeres puedan alcanzar sus derechos constituye un telón de fondo de toda actuación de esta corriente del feminismo, aunque sea posible se registrarse algunos “detalles” frente a la falencia de tal presupuesto.

Para Chantal Mouffe, “as feministas liberais têm vindo a lutar por um largo conjunto de novos direitos para as tornar iguais cidadãs, mas sem transformar o modelo liberal da política e da cidadania” (1992: 373).
Heidi Hartmann escribió en 1980, sobre la boda mal sucedida entre el marxismo y feminismo y de la necesidad de una aproximación.13 Cualquier tentativa de reencuentro solo podría ser hecha se El marxismo fuera encarada como una ciencia viva en constante evolución.. Saber dar nuevas respuestas cortando con el dogmatismo en que se asentaran las primeras experiencias de socialismos incapaces de alterar la jerarquía del género perdido. Por este y otros motivos, el carácter emancipador anunciado.

El rencuentro entre feminismo y marxismo pasa por entender los desafíos hoy colocados, en el cuadro de la globalización en que se ensanchan los espacios para El feminismos, con millares de mujeres que ganan conciencia de su situación de subalternidad.

Según Maria José Magalhães, es necesario profundizar de qué forma la subordinación de las mujeres se artícula con la explotación capitalista y la opresión de las personas en función de la “raza”, de la “etnia”, y de la orientación sexual. “ es esto lo que un feminismo liberal no consigue ofrecer. Incapaz de comprender de qué forma la situación subordinada de las mujeres se encaja en un conjunto de otras subordinaciones y opresiones, El feminismo liberal impide un trabajo conjunto con otros movimientos sociales, fracturando alianzas, y obstaculizando acciones en pro de la transformación global de la sociedad”14

Existe una profunda contradicción ente el discurso neoliberal y de derecha y el espacio para el feminismo que se ha formado en la última década. Hay que entender las contradicciones que están colocadas a este nivel, aún siendo estas las de las clases dominantes. La corriente liberal e institucional del feminismo, el advenimiento de feminismos de derecha y la necesidad de una corriente política de izquierda de los feminismos.

Por el contexto histórico que se vive, el feminismo liberal asume, actualmente contornos “neoliberales”, que impiden la incorporación de factores de transformación social emancipatorios. Tomando como ejemplos las antiguas aspiraciones de feminismo liberal para que las mujeres se afirmasen profesionalmente y combatiesen su estatuto de “amas de casa” (Betty Friedan, 1963), se pasa en la actualidad a “empujar” a las mujeres al trabajo de tiempo parcial, para que exista un “equilibrio entre vida profesional y familiar”. Las discriminaciones salariales de las mujeres en relaciona a los hombres, a pesar de las leyes que prohíben tal situación, tienen como origen la concepción de que el trabajo de la mujer fuera de casa asume siempre un contenido de ser suplementario de no “ganar el pan” de la familia, así como la creciente “genderização” segmentada del mercado de trabajo representa una de las falacias del feminismo liberal, al considerar que las medidas legislativas sobre igualdad serán el garante de esa misma igualdad.

De este modo, la idea de que la igualdad formal genera las condiciones necesarias y suficientes para que las mujeres puedan alcanzar sus derechos, constituye en el fondo de toda la actuación de esta corriente de feminismo, sin embargo existen “matices” en esta posición.

Para Chantal Mouffe, "las feministas liberales han luchado por un conjunto de nuevos derechos para tornase ciudadanas iguales, pero sin transformar el modelo liberal de la política y de la ciudadanía". (MOUFFE, 1992:373).

La idea de que estando consignados en leyes, los derechos las mujeres podrían, ellas mismas, a través de su autodeterminación alcanzar poder y éxito comenzó a ser el camino teórico. Naomi Wolf defendia, en 1993, en su libro "Fire with Fire", el "poder feminista". Este consistía en el rechazo a la victimización de la mujer, en la relazación de sus objetivos de vida con su éxito, en base a un camino individual de autonomía y "self-determination" (libre determinacion o autodeterminacion).

El discurso neoliberal surge, así, en la lógica individual de los caminos de cada mujer. ¿Para qué sirven las luchas feministas si cada mujer puede, por mérito propio, alcanzar la igualdad y el éxito? Una cultura de competitividad individual gana peso, olvidándose de las circunstancias sociales, que pueden restringir las oportunidad de casa mujer. La igualdad de oportunidades existe porque el cuadro legislativo consigna derechos, peor no quiere decir que las leyes serán aplicadas. Con todo, las "discriminaciones positivas" son encaradas como medidas proteccionistas y paternalistas de las mujeres, en base en afirmaciones como la de Margaret Thatcher: "Yo tuve éxito por mérito propio; las mujeres no deberían esperar por favores o trato especiales". La materialización de los derechos es considerada una cuestión de evolución de las mentalidades. Se desvaloriza el papel del Estado en la creación de condiciones sociales. La socióloga Nancy
Fraser considera que una de las fallas de la retórica liberal es proclamar una igualdad sin buscar igualar las condiciones sociales a través de un paradigma redistributivo (FRASER, 1999).

El feminismo liberal en los tiempos actuales acaba por estabelecer puentes con el neoliberalismo, tomando como realidad a las mujeres blancas de la clase media e ignorando las enormes desigualdades sociales existentes entre las mujeres de diferentes clases sociales e "razas".

También la configuración contemporánea de la "ciudadanía femenina", sobre la base de supuestos liberales, han sido el blanco de la crítica feminista, como Diana Coole al considerar que las mujeres se coloca como "ciudadanos", permanece un conjunto de contradicciones su inserción en la historia en los términos masculinos o de la identificación con ese mismo poder (COOLE, 1995:225). Una concepción liberal abstracta de "ciudadano" como un lenguaje universal neutro en mascara las diferencias existentes e reproduce un discurso basado en una masculinidad hegemónica de donde las mujeres son excluidas. No se trata de un lenguaje de inclusión, pero si de exclusión.. Carole Pateman (1997), considera que las mujeres fueron excluidas del espacio público y Del proyecto de ciudadanía a pesar de ser “emancipadas” en términos de la retórica oficial.

Según la socióloga Madeleine Arnot:

" las formas de ciudadanía existentes se fundamentan en la exclusión de las mujeres del poder y en la falta de conocimiento de las diferencias en la vida política. Estos ideales abstractos de ciudadanía parecen no considerar las experiencias vividas por las mujeres (...). AL mismo tiempo, argumentamos que es necesario ser prudente en la atribución de demasiada esperanza a un proyecto de ciudadanía basado en un conjunto de «libertades» ilusorias, que se reformula repetidamente e el cuadro político liberal ( o en el mas reciente, neo-liberal), que no cumplió las promesas de conferir a todas las mujeres, independientemente de su posición social, un estatuto de ciudadanía plena" (ARNOT, 2003:36-37).

La investigadora feminista Íris Marion Young coloca también en causa una ciudadanía universal que diluya las diferencias, pues tal concepción perjudica a los grupos más desfavorecidos. Defiende una ciudadanía diferenciada, que permita alcanzar, de forma universal, la igualdad y la justicia. Defiende aun un conjunto de mecanismos, que permitan la representación con voz de los diversos grupos excluidos, entre los cuales las mujeres (YOUNG, 1996).

La necesidad de la re (construcción) de una corriente política de izsquierda del feminismo surge como una forma de quitar el espacio al feminismo liberal e institucional dominante en Europa, así como por la llegada de una corriente feminista de derecha que gana algunos horizontes preocupantes.

Cuando Susan Faludi publicó, a comienzos de los años noventa, su libro, Backlash16, ella criticaba las ideas en aquel entonces divulgadas en la sociedad norteamericana de que las mujeres tenían alcanzado la igualdad de derechos, tenían logrado a acceder a brillantes carreras profesionales y a lugares en el poder económico y político, sin que fuesen felices. Estudios de diversas universidades afirmabam que el mito de la independencia feminista tenía caído, pues las mujeres se habían vuelto en "seres amargados, carentes de amor, desumanizadas por las propias carreras profesionales e inseguras sobre su verdadero sexo". (FALUDI, 1993:13)

Este balance pesimista sobre la lucha feminista de las décadas de 1960 y 1970 se asociaba al furor de los políticos de la Nueva Derecha en la condenación a la independencia de las mujeres y al furor de las manifestaciones de los movimientos anti-elección contra el aborto, llegando incluso a lanzar bombas incendiarias sobre las clínicas que lo praticaban.

En una entrevista al periódico "Sunday Times", en 1995, Susan Faludi declaraba:

"En los años 80 los adversarios de las feministas tenían como principio "la zanahoria y el colorete labial". Hoy, no conocen más que el colorete labial. Van desde los métodos brutales de intimidación y de violencia de los grupos anti-aborto, hasta la satanización de la teoría e de la práctica feminista, pasando por el desmantelamiento de la red de apoyo social, que alcanzan en especial a las mujeres".

Algunos de los presupuestos de esta ofensiva contra el feminismo sirven actualmente de base para el feminismo neoconservador o de derecha, que viene ganando terreno no solamente en los Estados Unidos sino en algunos países europeos.

La economista alemana Eva Herman es la autora de un "tratado" de 262 páginas contra el feminismo, en su libro: El Principio de Eva, donde afirma: "Fuímos fácilmente seducidas por las oportunidades de la carrera, cuando en realidad es más saludable el mundo sano y colorido de los niños y la atmósfera del hogar que un puesto de trabajo frío y en algunos casos solitário". Eva Herman y Christa Muller son protagonistas de una campaña en Alemania para reivindicar más ayuda a las amas de casa de modo que las mujeres cambien su empleo por el cuidado con la casa y con la família.17

La diputada noruega del partido demócrata cristiano Janne Haaland Matláry publicó, a comienzos de 2000, el libro Para un Nuevo Feminismo,18 en donde acusa al "viejo feminismo" de las décadas de 1970 y 1980 de ter despreciado la familia y la maternidad y de su falta de visión antropológica basada en el reconocimiento de la diferencia entre los sexos, negando así la autenticidad de esa diferencia.

"Las mujeres nunca conseguirán ser felices mientras no comprenden qué tan profondamente la maternidad define su feminilidad. (...) El verdadero radicalismo de la emancipación consiste en la liberdad de ser verdaderamente nosotras mismas, de ser mujeres «en términos femininos». (...) Necesitamos de un nuevo feminismo que tendrá de partir del principio que la mayoría de las mujeres es madre o desea serlo, de que las mujeres son diferentes de los hombres y tienen calidades diferentes de la de ellos y de que una igualdad que respete esta diferencia implica que debemos dejar de tener la obligación de imitar a los hombres".19

En Portugal, algunas posiciones anti-feministas asumidas por mujeres que estaban contra la despenalización del aborto se confunden con las ideas de este feminismo neo-conservador de derecha. Algunas de las ideas difundidas se basan, tal como ocurre en los Estados Unidos, en las débiles tazas de natalidad, en la sobrecarga de trabajo para las mujeres que asumen una actividad profesional, en la falta de acompañamiento de los niños, en el aumento de la esterilidad, en las depresiones y en el mayor uso de anti-depresivos, en la necesidad de mayor protección a la familia como portadora de valores esenciales para el funcionamiento de la sociedad.

Janne Haaland Matláry dice que en Noruega existe un número cada vez mayor de mujeres que se dedican a la familia: "Debemos igualmente preguntarnos si el trabajo político es más importante que cuidar de nuestros propios hijos. Muchas mujeres se dan cuenta que solamente ellas pueden ser las madres de sus hijos y que los puestos políticos pueden ser ocupados por muchas otras personas. (...) Aquello que cuenta en términos humanos es la pequeña sociedad familiar".20

Las mujeres son, de esta manera, valoradas en función de la maternidad y del cuidado con la familia, sin embargo no existe una postura clara contra el trabajo de las mujeres fuera de casa o contra su participación política. La misma autora, en el epílogo de su libro afirma:

"Partí del principio que hombres y mujeres son diferentes por naturaleza y que tienen, por lo tanto, diferentes calidades y dones con los cuales pueden contribuir para la vida social y política. (...) No tengo dudas que las mujeres son, en muchos aspectos, el llamado «sexo fuerte». Pero ello sólo significa que, para ser fuertes, las mujeres deben ser ellas mismas, ya que son fuertes por naturaleza. Cualquier imitación del hombre hace con que la mujer deje de ser auténtica, originando neurosis y frustraciones al invés de fuerza. Las mujeres cambiarán el mundo, siempre lo hicieron. (...) Es este el tiempo de poner manos a la obra".

Se toma como pretexto la "naturaleza" de la mujer en nombre de su afirmación. Apesar de no tener peso significativo en Portugal los horizontes de esta corriente feminista de derecha no dejan de estar presentes.

Conexiones y tensiones entre feminismo y posmodernidad.

Las implicaciones del feminismo desde las perspectivas posmodernas están centradas en las siguientes cuestiones: la deconstrucción del ¨sujeto mujer¨; el rechazo a la narrativa de la opresión de la mujer, del orden patriarcal y del fin de la opresión; el reconocimiento a la diversidad de las necesidades y experiencias de las mujeres; el abandono de la noción de situaciones únicas y universales; la crítica al esencialismo; el abandono del concepto de patriarcado como totalizador, ahistórico y esencialista.

Las relaciones entre el feminismo, la teoría posestructuralista y la teoría posmoderna (21) no han sido fáciles, en la medida en que existen posiciones diferentes entre las feministas, en cuanto a la aplicación de estas teorías al feminismo. Sin embargo, el feminismo y el posestructuralismo comparten una preocupación con respecto a la subjetividad: “El movimiento feminista (de la década de 1970) comenzó con la política de la cuestión de lo personal, desafiando al individuo unificado del liberalismo aparentemente absuelto, y sugiriendo que en su ceguera con relación al género, el humanismo liberal separaba las estructuras de privilegio y dominación masculinas”. (Weedon, 1989:41)

Para algunas feministas, el pensamiento posmoderno al deconstruir al sujeto ¨mujer¨y la idea de un movimiento feminista basado en la ¨retórica¨de una solidaridad feminista sustentada en los intereses de las mujeres blancas de clase media, introdujo la dimensión de fragmentación y de la diferencia, esenciales para que otras dimensiones del feminismo sugieran, como por ejemplo, el ¨feminismo negro¨. La feminista negra Heidi Mirza argumentó al igual que el pensamiento posmoderno, que éste ¨permitió la celebración de la diferencia, el reconocimiento de la diversidad, la presencia de múltiples y variables subjetividades¨. (MIRZA, 1997:19)

Existen también perspectivas feministas que establecen la semejanza del discurso posmoderno con algunas ideas del feminismo radical de la década de 1970, en especial en la identificación de la cultura y del lenguaje como fuentes de poder y resistencia, expresadas en la obra de Kate Millet: Sexual Politics, o en las nociones de Foucault sobre la resistencia de los grupos marginalizados. (23)

Según la investigadora Conceição Nogueira, “la afinidad entre el feminismo contemporáneo y la teoría posmoderna parece residir en el hecho de que comparten un profundo escepticismo de las reivindicaciones universales, acerca de la existencia, la naturaleza y poder de la razón, del progreso, de la ciencia, de un self único y unificador. Nombres como las de Jane Flax, Donna Haraway, Nancy Fraser, Linda Nicholson, Sandra Harding, Susan Bordo, Nancy Hartsock o Christine Di Stefano son, según Conceição Nogueira “importantes referencias para el posmodernismo, unas en la defensa y esperanza que depositan en éste, otras por su posicionamiento crítico”. (NOGUEIRA, 2001 a:158-159)

Las críticas feministas a la posmodernidad más radicales surgen de la argumentación de que el pensamiento ¨posmoderno¨y apolítico, ahistórico, irresponsable y contradictorio¨ procura destruir el movimiento feminista, en la medida en que niega su acción colectiva.

Es un hecho que la negación de la posibilidad de que las mujeres se identifiquen como grupo impide que la dominación sobre las mujeres sea vista como una cuestión estructural, dificultando las formas colectivas de resistencia y transformación.

Para la filósofa feminista Célia Amorós “la conexión entre feminismo y posmodernidad constituye una conexión peligrosa”:

“La Modernidad no tuvo que esperar al posmodernismo para generar sus propias autocríticas y generar un feminismo críticamente moderno. Los teóricos posmodernos que se han dedicado a la trabajar con la deconstrucción del sujeto, solamente han deconstruído una versión inverosímil del sujeto de la modernidad. La muerte del sujeto y su deconstrucción no es compatible con los objetivos del feminismo (...) El feminismo apuesta por una sociedad de sujetos verosímiles, libre de jerarquías que oprima a los géneros y que propicie mejores condiciones para la realización de la práctica de los sujetos (...). El feminismo presupones un sujeto mínimo que apueste a un proyecto de sociedad donde pueda surgir un sujeto máximo, entendido éste como un sujeto que posea un gran nivel de autonomía y capacidad crítico-reflexiva”. (AMORÓS, 1997:24-26)

Según Célia Amorós, la cuestión del sujeto es de una importancia crucial para el feminismo, por eso muchas feministas no validan la disfunción que deriva del diagnóstico posmoderno: “Con esto no se quiere decir que los muertos que la posmodernidad mata gocen de buena salud, pero que los síntomas en que se basan para dalos como fallecidos son complejos, ambiguos y susceptibles de otras interpretaciones (...) cabe preguntar delante de todo esto, como lo hace la teórica feminista Françoise Collin, parafraseando Hemingway: «Por qué replican las campanas? Qué gana el feminismo con esos funerales?» (...) Hay quienes quieren bailar sobre sus tumbas, porque la liberación «auténtica» de las mujeres pasa por la muerte del mito de emancipación del sujeto de la modernidad. “ (AMORÓS, 1997: 320-321)

Para Virgínia Ferreira, la deconstrucción posestructuralista del sujeto trae serias implicaciones.

“El desafío representado por este nuevo sujeto descentrado, para el feminismo es doble: por un lado, deja de contar como un referente, en nombre del cual puede reivindicar y luchar por el cambio social, pero, por otro lado, no puede autodisolverse, una vez que las mujeres reales continúan siendo oprimidas, siendo sujetos de prácticas de violencia y discriminación que «existen» independientemente de su articulación discursiva, y los medios y modos de esa opresión deben continuar siendo analizados, para lo cual hay que encontrar una forma no esencialista de definir a la mujeres como «colectivo social» que no postule una identidad estable y coherente de «mujer». De no ser así, le quita al individualismo liberal una perspectiva que no deja otras alternativas sino culpabilizar a las víctimas por la opresión de que son objeto, acusándoles de no hacer mejores elecciones que conduzcan al éxito social (...)”. (24)

Según Íris Young “negar la realidad de las mujeres como un colectivo refuerza el privilegio de quienes de benefician de su opresión, manteniéndolas divididas” (YOUNG, 1997:18). Por eso, esta investigación propone sustituir el concepto ¨grupo¨por el concepto de ¨clase¨. De este modo, las mujeres no pertenecen a un grupo que asume una identidad y un proyecto común, sino a una ¨clase¨, que presupone un colectivo donde cada mujer puede tener sus propias experiencias y características en las que se ¨unen¨o bien para compartir expectativas de transformación social. Pertenecer a una clase no implica, de esta forma, una identidad común sino una realidad de hechos sociales e históricos.

Para María José Magalhães (2004A), uno de los peligros de las teorías posmodernas es la erosión de una análisis global de la sociedad, que nos permita comprender las raíces estructurales e históricas de la subordinación y opresión que enfrentamos en cada momento y en cada territorio. Con todo, valdrá la pena relflexionar sobre algunas contribuciones de las teorías posmodernas para el feminismo, a pesar de los riesgos que hay en la acción transformadora y emancipatoria.

"Una teoría feminista, hoy, para ser verdaderamente emancipatoria no puede ser universalista. No puede pretender que todas las mujeres se identifiquen en las mismas categorías de análisis como si éstas pudiesen cubrir la diversidad de las situaciones y experiencias. Las feministas negras, las lesbianas, las de sociedades y culturas no occidentales han criticado el carácter muchas veces blanco, heterosexual y colonizador de muchos análisis de la opresión y subordinación de las mujeres. De ahí que sea necesario sustituir las nociones unitarias de "mujer" y de "identidad de género femenino" por concepciones plurales y complejamente construidas de identidad social, viendo el género como una de las cuestiones relevantes, entre muchas otras como la clase, la "raza", etnia, orientación sexual, edad, capacidad, religión". (MAGALHÃES, 2004a:14)

De este modo, la teoría post-moderna debe asentarse en múltiples categorías, imbuidas de temporalidades no universalistas. "Los métodos deben ser más comparativos, atentos a los cambios y a los contrastes, en lugar de buscar leyes; deben evitar la comodidad metafísica de un único método feminista o de una epistemología feminista". (NOGUEIRA, 2001b:54)

La crítica post-moderna levanta todavía otros cuestionamientos: ¿El post-modernismo al proponer el abandono de todas las generalizaciones no conduce a una política individualista? ¿El sujeto post-moderno fragmentado no es una nueva encarnación del sujeto masculino con origen en el iluminismo? ¿Cómo sobrevive el activismo feminista al desmoronamiento de su edificio teórico, que ha sustentado la práctica feminista?

Muchos otros interrogantes han sido formulados por investigadoras feministas como Nancy Fraser, Susan Bordo, Christine Di Stefano ou Nancy Hartstock, entre otras. Con todo, las desconfianzas no eliminan los desafíos que han sido colocados a la teoría feminista. Por eso, Nancy Fraser y Linda Nicholson no dejan de lado la crítica post-moderna, sino que toman de ella lo que puede ser importante para el feminismo: la crítica al esencialismo y la necesidad del pluralismo y de la diversidad. Sin embargo, consideran que el post-modernismo puede estar imbuido de androcentrismo, de debilidades en el criticismo social y de alguna "ingenuidad política". Piensan, por eso, que sería posible combinar el poder social crítico del feminismo para analizar el sexismo, con un cierto escepticismo con relación a las "metanarrativas". Pero, las mismas autoras señalan la importancia de mantener un análisis histórico de la situación de opresión, porque el sexismo
existe y las relaciones de poder entre mujeres y hombres no se reducen a un aspecto de la vida social. De este modo, "la teorización debe ser explícitamente histórica, atenta a las especificidades culturales de las diferentes sociedades y periodos, y a los grupos dentro de esas mismas sociedades, esto es, que localice y sitúe las categorías dentro de campos históricos, y evite el peligro de generalizaciones falsas". (NOGUEIRA, 2001 a:164)

¿La emergencia de un nuevo sujeto feminista estará, de hecho, siendo colocada? ¿Un sujeto feminista multifaceteado en términos de clase social, etnia, edad, orientaciones sexuales, culturas y estilos de vida? Según la investigadora Rosi Braidotti,


"Existe la necesidad de recodificar o renombrar el sujeto feminista, ya no más como un sujeto soberano, jerárquico y segregador, sino como una entidad múltiple, abierta y en sintonía (...) Una nueva naturaleza está surgiendo enfatizando la naturaleza específica y corporizada del sujeto feminista en detrimento de esencialismos biológicos o psicológicos. (...) Pensar constructivamente sobre el cambio en el pensamiento feminista contemporáneo requiere una visión del sujeto no como unidad, sino como un ser multifaceteado con posiciones aún no codificadas pero fascinantes". 25


¿La deconstrucción de las identidades vuelve imposible la lucha feminista? Para Chantal Mouffe, esta deconstrucción debe ser entendida como una condición necesaria para la comprensión de la diversidad de las relaciones sociales, siendo que tal abordaje es importante para las luchas feministas y para todas las luchas contemporáneas. No se trata, según esta autora, de una total dispersión de las posiciones del sujeto, sino de una articulación, estableciendo una "cadena de equivalencias entre las diversas luchas en un proyecto de democracia radical y plural". (MOUFFE, 1996:104-105)

De este modo, las teorías feministas en la actualidad pueden situarse entre el pensamiento moderno y post-moderno, en un proceso de reformulación, que implica un diálogo, no exento de contradicciones, entre diversas corrientes teóricas. El desarrollo de las teorías feministas puede responder a estos nuevos desafíos y a los contextos de un mundo globalizado, donde crecen las desigualdades y las discriminaciones de género, de clase, de "etnia" o raza, de formas de vivir las sexualidades, las familias o el amor. La complejidad de la teoría feminista en los tiempos actuales no debe ser entendida como una parálisis política sólo porque, a veces, no es posible establecer prioridades o porque las situaciones de cambio están más imbricadas. Todo lo contrario, esto debe ser entendido como una potencialidad, en la medida en que las feministas no necesitan llegar a un acuerdo "universal", pudiendo involucrarse en formas de acción más puntuales e
integrar también sus acciones en las agendas políticas de otros movimientos sociales.


El marxismo tendrá también que enfrentar los desafíos que se colocan en este campo.

El feminismo socialista-marxista necesita una actualización teórica y entender las contribuciones que recibió de la corriente radical del feminismo y, además, que el "feminismo liberal" amplió su espacio, como reflejo de la propia "institucionalización" del feminismo y del avance de las ideas neo-liberales en el mundo actual. Este espacio tiene que ser disputado por una nueva corriente política de izquierda de los feminismos.

La re(construcción) de una corriente política de izquierda de los feminismos

El Congreso Feminista 2008, que fue realizado en Lisboa en el último mes de julio, constituyó la expresión de diversas corrientes del feminismo, cuyos contornos aún son bastante nebulosos, teniendo en perspectiva la reconfiguración de corrientes que se impone en los tiempos actuales. Se propuso mostrar la diversidad de ideas y la afirmación de que los feminismos tienen espacio en la sociedad portuguesa. Además, procuró mostrar la necesidad de construcción de agendas feministas propias, que en concordancia con las de otros movimientos sociales se autonomicen del discurso oficial de los feminismos.

Con todo, la ausencia de una corriente política de izquierda de los feminismos se hizo sentir en términos de pensamiento y de acción. Este es un gran desafío colocado al marxismo de hoy y a las fuerzas de izquierda que han tenido una práctica consecuente en esta área como es el caso del Bloco de Esquerda.

El contrapunto al pensamiento y discurso neoliberal se ubica en la afirmación de la identidad política de los feminismos. ¿En la creación de una fuerte corriente política de izquierda de los feminismos que haga frente al discurso neoliberal y que pueda reforzar sin tutelas el movimiento feminista y otros movimientos sociales?

Cinco ideas base pueden ser avanzadas para debates futuros:

- Profundizar las características de dominación del capitalismo con las cuestiones del sexismo, racismo y homofobia como formas de controlar nuestras vidas y nuestros cuerpos.

- Fomentar una mayor visión holística de las reivindicaciones feministas con los grandes problemas del mundo actual como la crisis financiera, las precarización del trabajo, la guerra y la militarización, la degradación ambiental del planeta, la pobreza y la crisis alimenticia.

- Reforzar el análisis y la intervención junto a las mujeres de las clases trabajadoras y de los grupos sociales más desfavorecidos: de las mujeres negras, inmigrantes, gitanas, en una perspectiva de confluencia de otras formas de opresión con el pensamiento feminista.

- Establecer un mayor vínculo internacionalista con los movimientos feministas, no sólo con la Marcha Mundial de Mujeres, como con otras redes feministas europeas.

- Enfrentar en el cuadro teórico un discurso post-moderno sobre los feminismos estableciendo puentes con los movimientos que se apoyan en esa base de pensamiento.

Se espera encontrar en el campo de un marxismo abierto al tiempo presente y a las grandes transformaciones del mundo, un espacio para estos y otros debates que posibiliten el (re)encuentro posible y necesario entre feminismo y marxismo.

*** Traducción del portugués (Portugal) al español: Meritxell Hernando, Fernando Prado, Rosana Magalhães, Marian Pessah, Yessica Contreras y Juan Carlos Vargas
Notas

1 - Manuela Tavares es Maestra en Estudios sobre las Mujeres y doctoranda en l misma área en la Universidad Abierta de Lisboa, e integra la Mesa Nacional del Bloque de Izquierda.

2 - Deidré Matthee es Maestra en Psicología, doctoranda en Estudios Feministas en la Universidad de Coimbra.

3 - Maria José Magalhães es Doctorada en Ciencias de la Educación por la FPCE de la Universidad de Porto.

4 - Salomé Coelho es Doctoranda en Estudios Feministas por la Universidad de Coimbra

5 - Olympe de Gouges al escribir la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791) y Mary Wollstonecraft con su texto Vindication of the Rights of Women (1792) son las principales voces de protesta en el contexto de la revolución francesa a las cuales se junta Condorcet con el escrito Admisión de las Mujeres al derecho de le Ciudadanía .

6 - Charles Fourier (1772-1837); Saint-Simon (1760-1825).

7 - ENGELS, Friedrich, El origen de la propiedad de la familia y del estado", Lisboa Presença, 1980, p. 76.

8 - MARSHALL, Barbara (1994), Engendering Modernity - Feminism, Social Theory and Social Change, Cambridge, Polity Press, Cambridge, p.66.

9 - "La primera división del trabajo es la que se hace entre el hombre y la mujer para la procreación de los hijos. ENGELS, F., op.cit., p.

10 - NOGUEIRA, Cláudia Mazzei (2004), La feminización del mundo del trabajo, S. Paulo, Autores associados, pp. 41-42.

11 - NEVES, Helena, "Sexualidad y poder", in A Comuna, nº 4, Março 2004, pp. 24-31.

12 - ENGELS, Friedrich, El origen de la propiedad de la familia y del estado, Lisboa, Presença, 1980. p. 76)

13 - HARTMANN, Heidi, "Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progressiva entre marxismo y feminismo", in Zona Abierta, nº 24,1980, pp.85-113.

14 - MAGALHÃES, Maria José, "Una reflexión sobre feminismo y post-modernismo, en una perspectiva de emancipación", in Comuna nº 4, Março de 2004.

15 - SANTOS, Cecília MacDowell (2004), "En-gendering the police: Women's Police Stations and Feminism in São Paulo", in Latina American Research Review, vol. 39, nº 3, October, 2004.

16 - "Backlash" es el título de una película rodada en Hollywood en 1947 donde un hombre acusa a su esposa de un asesinato que él mismo cometió. "Backlash" o reacción contra los derechos de las mujeres también acusa a las feministas de todos los delitos que la propia reacción cometió.

17 - "Campaña de antifeminismo aparece en Alemania", en Diario de Noticias, 25 de Junio de 2007, p. 10.

18 - MATLÁRY, Janne Haaland (2002), Para un Nuevo Feminismo, Lisboa, Principia.

19 - Ibidem. p. 13.

20 - Ibidem. p. 34

21 - Consciencia de una nueva época, cuya caracterización sumaria asienta en determinados actos de disfunción: la muerte del "sujeto", la muerte de la "razón", el fin de la "historia", la muerte de la "totalidad". Una de las obras pioneras en este pensamiento es la de Jean-François Lyotard: la Condition Postmoderne (Paris, 1979). Son también importantes las obras de Jacques Derrida (1976) y Michel Foucault (1979).

22 – Respecto a la teoria del poder y del significado social, el pensamiento post-estructuralista se desenvolvió en oposición al marxismo. Los escritos de Marx marcaron una ruptura esencial con los presupuestos del liberalismo, la posición dominante no solo sobre la economía política como sobre la consciencia y lenguaje. El marxismo descentró la soberanía de la consciencia humanista racional de la filosofía y de la economía política liberales, volviendo la consciencia un producto de las relaciones sociales, una conciencia histórica y culturalmente específica. De esta forma, todas las sociedades de clases producen un abanico de formas de consciencia en conflicto, por el cual, las formas de pensamiento representan intereses de clase mucha alrededor del conflicto entre trabajo y capital. Para las feministas post-estructuralistas no basta el análisis de las estructuras de la sociedad y de las posiciones que ahí se ocupan, mas también una
teoría de relación entre lenguaje, subjetividad, organización social y poder.

23 - Muchas feministas miraron hacia la teoría de Michel Foucault como un recurso importante, que influenció discursos alternativos como los de las feministas desconstructivistas francesas Héléne Cixous, Luce Irigaray e Júlia Kristeva. Com todo, la teoría de Foucault no está isenta de contradicciones lo que há llevado al interés de muchas académicas feministas al análisis crítico da su obra: Nancy Fraser (1989); J. Butler (1990); L. Nicholson (1990); R. Braidotti (1991).

24 - FERREIRA, Virgínia (2003), Relaciones Sociales de Sexo y Segregación del Empleo: un análisis de la feminización de los escritorios en Portugal, Disertación de Doctoramiento en Sociología, orientación del Profesor Doctor Boaventura de Sousa Santos, Facultad de Economía, Universidad de Coimbra.

25 - BRAIDOTTI, Rosi (2002), "La diferencia sexual como un proyecto político nómade", in MACEDO, Ana Gabriela, org., Género, Identidad y Deseo - antología crítica del feminismo contemporáneo, Lisboa, Cotovia, pp.143-160.




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